sábado, 12 de marzo de 2011

LA NIÑA DE LAS CUATRO UVES DOBLES




     Érase una vez una niña con coletas que se llamaba Willermina Wendy Wanadoo Willow.
     En el cole todos comentaban lo extraño que era aquel nombre.
     Estaba lleno de uves dobles.
     Los compañeros, para abreviar, la llamaban Wuwuwuwu.
     Pero a la pobre Willermina Wendy Wanadoo Willow no le hacía ni pizca de gracia.
     Le hacía sentirse como una página web superlarga.
     Solo faltaba que alguien hiciera clic en ella y se lanzaría a navegar por internet.
     Por eso, preguntaba a los padres:
     – ¿Qué puedo hacer?
     Ellos no entendíen bien a qué se refería la niña de las coletas estiradas.
     – ¿Qué quieres hacer: un pastel de cerezas, un castillo de macarrones, pintarle bigotes al cuadro de la abuela? –preguntaban ellos.
     Pero la niña nun sabía cómo explicarles que no le gustaba cómo se llamaba.
     Pobrecilla.
     Hasta que un buen día, justo cuando cumplía diez años, los padres decidieron hacer un viaje desde Australia, donde vivían, hasta Asturias, a visitar a los abuelos.
     Los abuelos nunca habían visto a la nieta, porque ya había nacido en Australia, con los padres emigrados.
     Y cuando llegaron, los abuelos, como es normal, se comieron a besos a la niña.
     Era tan guapa...
     Entonces la abuela le preguntó:
     – ¿Y cómo te llamas?
     Ella iba a decir automáticamente aquello de Willermina Wendy Wanadoo Willow.
    Pero no pudo.
     Le salió automáticamente:
     – Mari Mar Martín Martín.
     La abuela sonrió.
     – Qué bonito –dijo ella.
     Los padres no entendíen nada. ¿Cómo era posible?
     Miraron en los documentos de la niña.
     Hasta en el pasaporte ponía Mari Mar Martín Martín.
     Contaron a los abuelos que todavía en Australia la niña tenía cuatro uves dobles en el nombre, que no entendíen cómo era posible aquel cambio.
     Pero el abuelo, que los había mirado hasta entonces en silencio, explicó entonces:
     – Es normal, la W, cuando viene a esta parte del planeta, se vuelve una M. Porque la verdad es que la W es una M panza arriba. Y cuando la W llegó aquí, se convirtió en M. Después, el nombre se le quedó como tiene que ser.
     Después de aquella explicación, la niña pasó a ser para siempre Mari Mar Martín Martín, o como dicía el abuelo, "Martín al cuadrado", anque la abuela prefería "Martín bis".
     Pero esa discusión, ya os la contaremos otro día.

© Xavier Frías Conde, 2011

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