miércoles, 27 de julio de 2011

LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA BOCA DEL REY


    Érase una vez un rey muy bueno pero con una boca horrible, cuyos dientes, al hablar, bailaban y asustaban a todos sus súbditos.
    Por eso, nadie quería asistir a las audiencias con el rey, porque les daba miedo aquella boca.
    Y luego, lo peor, es que tenían pesadillas horribles, como que eran trocitos de pastel o guindas en la boca del rey, corriéndole por la boca sin parar.
    El rey también notaba aquel rechazo de sus súbditos, pero no podía ni remotamente imaginar por qué no querían estar a su lado.
    Y como era el rey, nadie se atrevía a decírselo, no fuese que, a pesar de ser tan bueno, se anojase terriblemente y mandase cortar la cabeza.
    Entonces, la hija del rey, la princesa heredera, tuvo una idea brillante para ayudar a su padre, porque ella también conocía el problema.
    Reunió al primer ministro y los demás miembros de la corte y les puso sus revistas de moda en la mesa.
    Luego les dijo:
    — Señores, la solución para ayudar a mi padre es la moda.
    — ¿La moda? preguntaron todos al unísono, excepto el ministro de la guerra que entonces pensaba en cómo matar una mosca molesta de un cañonazo.
    Y la princesa, con aires misteriosos, les contó su plan...
    Así, tres días después, apareció por la corte un extraño personaje. Vestía ropajes inmensos, gastaba gafas de sol con forma de ojos de mosca y llevaba una peluca morada que desprendía olor a mermelada de arándanos.
     Majestad dijo al rey, aunque no le veía bien la boca a causa de las gafas de sol, soy Bernard Metraillete y vengo a traer la moda a vuestro reino.
    Antes de que el rey pudiera decir nada, ya la princesa se puso a gritar con frenesí, entusiasmada, y el primer ministro aplaudía como un loco.
    El rey, ante aquellas muestras de interés, creyó que lo de la moda era algo bueno para el reino, porque en aquella época aún no había inventado internet y aquellas tierras quedaban a desmano de todo.
     Está bien, señor Metraillette, ¿y qué moda trae?
    El rey pensaba que las modas se vendían como los zapatos o el queso, que alguien los traía a palacio y se pagaba por ello. Pero no.
     Traigo la última moda de París: el bigote-cortina.
     ¿El bigote-cortina? preguntó el rey asombrado.
    El bigote-cortina era un truco inventado por la propia princesa para salvar a su padre. Se trataba de un bigote postizo que cubría la boca. De esa manera no se veía la boca, pero, a la hora de comer, se tiraba de un cordón y se corría como una cortina hacia los lados, liberando así la boca y permitiendo comer.
    Aquel plan de la princesa, donde el modista no era más que un actor contratado, salvó al reino de tener pesadillas con los dientes del rey.
    Así, el rey volvió a tener mucho público en todas sus audiencias. Pero tuvo también una desventaja.
    Al rey le gustó tanto aquel invento que obligó a todos los mayores de dieciocho años de su reino a llevar bigotes-cortina, tanto a hombres como mujeres.
    Y así fue, hasta que se les ocurrió una idea mejor...


© Frantz Ferentz, 2011

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