El príncipe heredero era tan, tan bruto, que solo para enseñarle a firmar documentos con la pluma tuvieron que contratar cinco magos, tres hadas y un trol y casi ni les alcanzó la magia. Y para que supiese contar hasta cincuenta, tuvieron que echarle un hechizo para que tuviese veinticinco dedos en cada mano.
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