El crío miraba por la ventana. De repente le dijo a la madre:
— Mamá, yo quiero un murciélago de mascota.
— Hijo mío, los murciélagos no son mascotas.
El niño siguió contemplando al vampiro que acababa de chuparle la sangre a una vaca gorda y pensó que tal vez la madre no tenía razón, que tal vez un animalito así se podría alimentar con ketchup.
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