El monstruo Ernestino llegó a casa de Karel. Su trabajo era asustarcríos, pero a aquel no pudo siquiera acercarse. El monstruo nunca había olido a alguien tan apestoso, ¡era horrible!
Por tanto, en lugar de asustarlo, durante la noche el monstruo se llevó al niño al río y empezó a lavarlo a fondo con jabón —hasta por detrás de las orejas— y lo devolvió a casa todo limpito. Su madre no lo reconoció, porque hasta olía bien, así que lo echó de casa.
Y desde aquel día, Karel siempre va detrás de Ernestino preguntándole sin parar: “¿Por que me lavaste y no me dejaste todo guarro? ¿Por que me lavaste y no me dejaste todo guarro?”.
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