— ¿Qué opinas de ese disparate que se cree mucha gente de que las calles se quitan de noche? —pregunta un ciudadano a otro.
— Pues eso, disparates, solo disparates... —responde el otro.
Y varias horas más tarde, las calles de la ciudad desaparecen, salen volando, cuando ya todos los habitantes de la ciudad están durmiendo y nadie se da cuenta, porque nadie se puede imaginar que las calles de la ciudad son en realidad cuerpos de dragón alquilados por el alcalde, quien, realmente, es un brujo metido a político.
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