jueves, 8 de noviembre de 2012

EL MONSTRUO DE LA CRISIS. LA CRISIS EXPLICADA A LOS NIÑOS POR UNA ABUELA JUBILADA.


— Abuela, ¿qué es eso de la crisis de lo que tanto hablan papá y mamá? —preguntó Enrique a su abuela Margarita, que siempre lo iba a llevar y recoger a la escuela. 

— Es complicado... Me da que no tienes aún edad para entenderlo. 

Enrique se rascó la cabeza y recordó cuánto su padre se quejaba de la crisis, que si le aumentaba el precio de la gasolina para ir a trabajar, o cómo su madre se lamentaba de que con el sueldo que ganaba vivían cada vez peor. 

Por todas partes oía que la crisis estaba destruyendo todo, por eso, Enrique llegó a pensar que la crisis era un monstruo invisible que entraba en las casas de la gente y se comía la ropa, la comida y hasta se bebía la gasolina de los coches. 

— ¿Entonces la crisis es un monstruo? —preguntó Enrique a la abuela, mientras esta tejía un jersey de lana en el banco del parque. 

La abuela se detuvo un momento y se quedó mirando al nieto. 

— ¿De verdad quieres saber lo que es la crisis? 

Enrique movió la cabeza de abajo a arriba. 

— Está bien, pero después no me llores, ¿eh? 

Enrique pensó que la abuela lo iba a entregar al monstruo invisible para que lo devorara y por eso se asustó, pero, en cambio, lo que la abuela hizo fue la meter a mano en el monedero y sacar una moneda de dos euros. 

— ¿Cuánto tiempo hace que no comes chuches? —preguntó la abuela. 

— Mucho... 

— Cuando tus padres te daban dos euros, te comprabas chuches, ¿no? 

— Sí. ¡Con dos euros tenía para 40 chuches!

— Vete a comprarlas ahora. 

Enrique obedeció. Volvió al cabo de unos minutos con la cabeza gacha. 

— ¿Qué ha pasado? —preguntó la abuela—. ¿Cuántas chuches te han dado por dos euros? 

— Solo veinticinco —dijo el niño en tono apesadumbrado. 

— Vale, ¿ya has entendido lo que es la crisis? 

Enrique movió la cabeza afirmativamente, pero no era lo que la abuela se creía, sino que el niño confirmó que la crisis era un monstruo invisible, pero aún más cruel de lo que él había pensado, porque no solo se comía las cosas de los adultos, sino que también se comía las chuches de los niños. 

Texto: Frantz Ferentz, 2012
Ilustración: Enrique Carballeira

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