El biólogo Ludwig la
había creado a partir de un huevo de lagartija, pero después creció
mucho.
A la mujer del biólogo,
que se llamaba Irina, le encantaban los bichos.
Salió a la calle para
pasear con la cría de dinosaurio, que de hecho era tan grande como
una ternera.
Tenía una ventaja
aquella cría de dinosaurio respecto a los perros:
No se paraba en cada
farola de la calle o en cada árbol para hacer pipí.
Al contrario, toda la
gente con la que se cruzaba se cambiaba de acera.
¡Les daba tanto miedo!
Irina sonreía pero no
comentaba nada.
Era tan adorable su
pequeño dinosaurio...
Y tenía aún otra
ventaja:
Cuando Irina iba a
comprar algo con su pequeño dinosaurio, toda la gente le cedía su
puesto en la cola...
Tenían tanto miedo de
que se los comiese...
Pero Irina no les
confesaba que su marido había tenido mucho cuidado de que el
dinosaurio clonado fuera vegetariano.
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