lunes, 7 de octubre de 2013

LA ESCUELA DE PADRES Y MADRES



La madre entró en la libraría con sus dos hijos, Milena y Piero García. Milena comía crema de chocolate untada en pan y con los dedos llenos de esa crema, cogía libros aquí y allá. Por su parte, Piero simplemente saltaba por entre los estantes de la librería como si fuera Tarzán evitando las flechas envenenadas de una tribu enfadada con el hombre–mono. Mientras, la mamá de los niños hablaba por su móvil ajena a lo que hacían sus hijos, aunque hojeaba algún libro. Por su parte, la librera decía a Milena: 

– Niña, el chocolate y los libros no se llevan bien, ¿no lo sabías? 

Pero ella se hacía la loca. Y entonces ocurrió algo imprevisto. Entró un guardia. Pero no era un guardia cualquiera, con porra y menos aún con pistola. Lo que llevaba era una especie de espada láser, pero apagada. Se acercó a la madre, le quitó el móvil de la oreja y le dijo antes de que protestara: 

– Señora, soy agente del cuerpo de policía educativa, dependiente del Ayuntamiento. La librera acaba de denunciarla porque está a demostrando que no sabe educar a sus hijos. Por eso, va a tener que mostrarme su carné de madre. 

– ¿Carné de madre? Nunca he oído hablar de tal cosa. 

– El carné de madre o padre es como el carné de conducir. Sin él, usted no puede ocuparse de sus hijos. 

La madre de Milena y Piero estaba empezando a asustarse. 

– No tengo nada de eso... 

– Pues tendrá que acompañarme al campamento de padres y que necesitan obtener la licencia de paternidad o maternidad, según corresponda.... 

– ¿Y mis hijos? 

– Irán a una casa de acogida hasta que usted obtenga la licencia... 

A la madre de los niños se le caía el alma a los pies. Ya empezaban las lágrimas a resbalarle mejilla abajo. 

– Señora –intervino entonces la librera–. Le voy a retirar la denuncia, me da pena. Pero enseñe a sus hijos a comportarse como gente civilizada en la librería. 

La madre solo asentía con la cabeza afirmativamente. 

– Hagamos una cosa –dijo el guardia–. Vuelva aquí dentro de una semana. Traiga a los niños y compre un buen acopio de libros. Yo estaré atento. Si veo que los niños se comportan bien, haré la vista gorda ... 

– Sí señor, gracias, así será... 

Y la madre se escapó de la librería tirando de los niños. Cuando ya estuvieron solos el guardia y la librera, el primero le dijo a la segunda: 

– Es cierto, deberían poner algún día una licencia de paternidad, ¿eh? 

– Cierto... Los padres de hoy no saben educar a sus hijos. Los enanos hacen todo cuanto quieren. 

– Pero en adelante, tengamos cuidado con este teatro, porque cuando alguien descubra que yo soy tu marido y finjo ser policía educativo para vender más libros...

© Texto: Frantz Ferentz
© Imaxe: Alberto Frías

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