Al morir el rey de Hincapiés, no dejó descendencia alguna. Como no había nadie de sangre real para sustituirlo y la constitución del país obligaba a que a la cabeza del Estado hubiera un rey o reina, solo pudieron poner a gobernar a una abeja reina. Sin embargo, una hormiga reina reclamó su derecho a la corona de Hincapiés. Y se montó una guerra civil. Todo ello porque a ningún político se le ocurrió la idea de cambiar la constitución y proclamar una república.
Frantz Ferentz, 2014
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