jueves, 9 de abril de 2015

PAPÁ PIERNAS LARGAS


Un día, cuando Selena estaba enferma en casa, se acordó de su padre. Después del divorcio con su madre, dejó de verlo habitualmente. Primero solo iba a visitarlo los fines de semana, dos de cada cuatro. Sin embargo, enseguida la chavala decidió que se aburría y dejó de ir a visitar a su padre. Solo lo veía una vez cada dos o tres meses. 

Después, un día, dejó el país y se fue vivir a Irlanda, porque necesitaba trabajar y en su país no había trabajo. De tarde en tarde, recibía un mensaje electrónico de su padre, donde él le preguntaba por su vida y ella le respondía y contaba con pereza lo que hacía, pero no siempre le respondía. 

Sin embargo, aquel día ella se acordó de su infancia, cuando estaba enferma y se quedaba en la cama sin ir al colegio. Aquellos días, el padre aparecía por su cuarto con una tarta muy especial. Traía un dulce hecho de una sustancia especial. Su padre le decía que era tarta de nubes. 

A Selena le encantaba comerse aquella tarta que, en efecto, parecía hecha de nubes, que se deshacía en la boca, tan dulce. Y ella siempre le preguntaba su padre: 

— ¿Cómo es que consigues hacer una tarta de nubes? 

— Porque soy capaz de recoger trocitos de nubes, batirlos como si fueran huevos y preparar con ellos tarta de nubes. 

— Pero tú no puedes volar. ¿Cómo llegas hasta las nubes? — preguntaba siempre Selena. 

— Porque mis piernas se estiran — explicaba siempre el padre —, se estiran y se estiran, hasta que crezco tanto que consigo rozar las nubes con la cabeza. Y cuando llego allí, atrapo un trocito de nube, solo un trocito, y lo traigo para ti. 

Selena sabía que el padre no tenía piernas reales, aunque no supiera que las había perdido a causa de una mina que le tenía explotado de joven, antes de nacer ella, en alguna remota zona de guerra. Y aquellas piernas, en efecto, se estiraban un poco. 

Y así, Selena, de niña, se imaginaba a su padre haciendo estirar sin límites aquellas piernas y después se imaginaba como él preparaba la tarta en la cocina — y hasta recordaba haber oído cómo batía la cuchara en el plato. 

Aquellos recuerdos de infancia volvían a su mente aquellos días, cuando estaba de nuevo sola, pero ahora tan lejos de casa. Y deseó con todas sus fuerzas que su padre le trajera una de aquellas tartas, como cuando era niña. 

Decidió que le enviaría un mensaje. Cogió en el móvil y escribió: 

«Hola, papá. ¿Qué tal todo? Hoy estoy enferma». 

No quiso escribir más nada. No quería parecer una niña pequeña que se quejaba por estar enferma. Ella ya tenía veintidós años y era independiente. Por eso, no podía esperarse que, al día siguiente, alguien hiciera sonar el timbre de su casa. 

— ¿Quién es? — preguntó Selena con poca voz. 

— Soy yo — sonó la voz de su padre. 

Qué sorpresa. Pero no solo eso, el padre apareció con una tarta en las manos. 

— ¿Tarta de nubes? —preguntó Selena sin dar crédito. 

— Tarta de nubes. 

— No me lo puedo creer. ¿Y algún día me vas a decir cómo es que preparas esta tarta? ¿Cuál es el ingrediente secreto que hace que parezca aún hecha de nubes? 

El padre no respondió y solo le dio un beso a su hija en la frente; ella sintió que seguía necesitando algún beso del padre tras tantos años. 

Y de repente, Selena se dio cuenta que la presencia del padre en Irlanda era inexplicable. 

— Papá, estos días hay huelga de controladores aéreos y todos los vuelos fueron cancelados. ¿Cómo es que has conseguido llegar?

— Tal vez de la misma manera que atrapaba nubes para ti — explicó él —, pero eso tiene que ser un secreto.

Y ella estuvo de acuerdo. Era mejor así, sin que ella supiese cómo su padre había llegado hasta ella, ni siquiera si había alcanzado las nubes para conseguirle el ingrediente principal de aquella tarta cuya receta solo el padre conocía.



© Texto: Xavier Frías Conde
© Deseño: Elisabete Ferreira

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