lunes, 16 de noviembre de 2015

TRAS LOS PASOS DEL YETI DE LOS ANDES

Cuando los miembros del equipo de rescate alcanzaron el avión, allí en la meseta en medio de los Andes, a casi seis metros de altura, entre metros y metros de nieve, se llevaron una sorpresa. Los pasajeros del avión estaban todos en perfecto estado, habían sobrevivido todos al impacto, pero todos ellos estaban descalzos.
  Las investigaciones posteriores revelaron que habían sido descalzados por una criatura peluda enorme que acudió hasta los restos del avión unas horas después del impacto. La criatura, que medía cerca de tres metros, no atacó a los pasajeros, se limitó a ir descalzando a los pasajeros uno tras otro, sin agredirlos. Solo gruñía a veces, cuando el calzado se resistía a salir, lo cual aconteció tan solo en un par de ocasiones, tras lo cual, la criatura desapareció. Aunque los equipos de rescate siguieron sus huellas, las perdieron enseguida, cuando llegaron a una zona de rocas donde ya no quedaban restos de ellas. Y lo más extraño de todo fue que los zapatos robados estaban todos allí, abandonados, pero no los calcetines.
   Los antropólogos tenían una hipótesis: había sido un yeti que había acudido donde los pasajeros, pero nadie llegaba a comprender cuál era su interés en el calzado y menos aún en los calcetines. ¿Es que el yeti usaba la lana de los calcetines para construirse una cama? Sin embargo, era la primera noticia que se tenía en el Ecuador de la presencia de un yeti, pues, como es bien sabido, estas criaturas solo existen en el Tíbet, aunque existen también otros seres parecidos en América del Norte, los llamados pies-grandes.
   La noticia fue muy comentada en las noticias. Sin embargo, solo alguien sabía que no se trataba de un yeti. Ella era doña Carmela, una tierna abuelita que se había dedicado a criar criaturas extrañas durante toda su vida en su pequeña casa de los arrabales de Quito. En vez de gatos, ella siempre había acogido monstruitos domésticos. Sabía que aquella criatura peluda que vivía en las mesetas a 6000 metros entre la nieve era Gualdo, su monstruo de los calcetines, aquel que se le había escapado hacía décadas hacia las montañas, y que, aparentemente, se había convertido en un monstruo gigante... de los calcetines. Por lo visto, el frío tenía un efecto dilatador en los monstruos de los calcetines, eso y hartarse a comer pelo de llamas alpinas, que son la materia prima de los mejores calcetines. Sin embargo, debía sentirse tan solo, aquel pequeñín... 

Texto: Frantz Ferentz, 2015
Ilustración: Valadouro, 2015
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