jueves, 9 de junio de 2016

EL ROBOT DE DESTRUCCIÓN MASIVA


— Mamá, ¿me das veinte euros? —preguntó Abilia a su madre asomándose por la puerta del salón, mientras la madre se peleaba con las teclas del móvil equivocándose con ellas una de cada dos veces.

La madre se interrumpió, levantó la vista y dijo:

— ¿Y eso? ¿Ya te has gastado toda la paga que te di para este mes?

— Pues sí. ¿No puedes adelantarme veinte euros del mes que viene? Es que me falta un componente para acabar un rayo láser de mi robot de destrucción masiva.

— A ver, hija, lo siento mucho, pero no tengo suelto. Solo tengo un billete de cincuenta euros y ese no te lo puedo dar, porque, si no, no hago hoy la compra. 

Abilia le dio una patada a la pared y se marchó toda enfadada. 

La madre suspiró aliviada y siguió dándole a las teclas. Escribió con mucho esfuerzo: «He parado de momento a la niña. He gando un mes más de vida para el planeta». Pero, ¿cómo haría para que su hija se retrasase aún más en la construcción de ese robot de destrucción masiva? ¿Cómo? Y sobre todo, ¿hasta cuándo podría justificar mantenerle la paga congelada para que no le alcanzase para los componentes que necesitaba?

¡Qué duro es ser madre!

© Frantz Ferentz, 2016
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