El escritor, todo concentrado, pensaba en una historia sobre seres fantásticos. Tenía que escribirla. De repente, oyó unos pasos por el pasillo y ruido por los rincones más remotos de la casa. Entonces gritó:
– ¡No quiero distracciones!
Entonces, un duende colgado del techo dijo a su compañero:
– Y nosotros, ¿por qué nos escondemos?
– Porque distraemos al humano...
© Frantz Ferentz, 2019
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