jueves, 30 de abril de 2020

LAS TAREAS DE PUKA


Puka es una perrita que no levanta más de una cuarta del suelo.

Es muy lista y ladra estruendosamente cuando alguien se acerca a la puerta del apartamento.

Nació en un circo, pero la adoptaron enseguida.

Sin embargo, sus dueños nunca la llevan a la calle a hacer sus necesidades.

Al contrario, su dueña, que es un poco cochina, la pone a hacer sus cosas en la terraza y luego ella, la muy guarra, tira las heces a la calle de noche cuando no mira nadie.

Y es que la casa en que vive Punka es un desastre.

Para empezar, nadie en esa casa tiene llave.

Se pasan el día llamando al timbre para que les abran la puerta.

El padre, la madre, el hijo mayor, la hija mediana, la hija pequeña, la abuela, la nieta adolescente, el nieto aviador (porque está siempre en las nubes)... tampoco está muy claro cuánta gente vive en ese apartamento.

Para nosotros, los vecinos, era un misterio lo que en aquella casa había y hacían.

Un buen día, todos los habitantes de la casa estaban fuera.

La madre fue la primera que volvió.

Y llamó al timbre del portero automático.

Si nadie en casa tenía llaves y todos los habitantes estaban fuera, ¿quién iba a abrir?

Solo había una respuesta: tenía que ser Puka.

¿Pero cómo una perra tan pequeña iba a abrir la puerta?

Claro, no con una llave.

La perra empezó a ladrar en la pared del vecino de la derecha, quien, desesperado, salió huyendo hacia la calle –para no tener que oír los ladridos de la perra– y así abrió el portal, permitiendo de ese modo la entrada de la madre.

¿Y la puerta de la casa?

Esa también la iba a abrir Puka: se subió en una cuerda floja que había en el pasillo, sosteniendo un paraguas con la boca, no sin antes ponerse un tutú; después avanzó por la cuerda muy concentrada, se puso un paracaídas que solía estar colgado encima de la puerta y saltó sobre la manilla de la puerta, siempre procurando enganchar las correas del paracaídas a la manilla para así abrir la puerta.

Y funcionó.

Desde luego, no sabemos lo que sería de los habitantes de esa casa sin esa perra.

© Texto: Frantz Ferentz
© Ilustración: Chaimae Hilal

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