miércoles, 5 de enero de 2022

EL MISTERIO DE LAS CACAS GIGANTES DE LA CALLE DE LOS MELANCÓLICOS

 

Desde siempre, en aquel brazo de tierra que unía el continente con la península donde estaba el faro, las gaviotas habían encontrado su punto favorito para atacar los autos de los humanos.

Un día sí y otro también, los autos estacionados en aquella calle que pasaba por encima de la lengua de tierra, llamada calle de los Melancólicos, amanecían manchados con cacas de gaviota.

Y todo hay que decirlo, pues las gaviotas allí se esmeraban por atinar bien en los coches dejándolos pringados de... mierda.

¿Por qué en aquella calle y no en otras de la aldea de pescadores?

Parecía un misterio, pero lo cierto es que consideraban aquel trozo de la aldea como propio, aunque eso no signifique que las gaviotas, según vuelan, no caguen donde les apetece, porque, como todas las aves, estas también defecan según vuelan, con resultados diversos, lo mismo que los cormoranes, o en América los pelícanos.

Siempre todo acababa con unas maldiciones del dueño del coche, cuando, por la mañana temprano, iba a arrancarlo y se topaba con una caca de gaviota extendida por medio coche, porque, además, al caer fresca desde cierta altura, la caca, al chocar contra la chapa y el cristal, se expandía, para luego secarse enseguida.

Y entonces sí que era complicado luego retirar la caca seca.

Hasta ahí, lo normal, lo que había estado ocurriendo durante años.

Pero entonces sucedió algo nuevo, diferente, inédito, inesperado, casi aterrador.

Una mañana, varios de los coches no amanecieron con la consabida caca de gaviota bien extendida, no, amanecieron con una caca gigantesca, descomunal, que prácticamente cubría todo el coche.

Aquello sí que era un problema, porque retirar una mierda de aquel tamaño requería de varias personas y se demoraba varias horas.

Pero no fue algo accidental, fue algo ya reiterativo en los coches que aparcaban en la calle de los Melancólicos.

Lo malo es que en toda la aldea pesquera era el único sitio donde se podía aparcar, porque, en el resto, las calles eran muy estrechas.

Así, noche tras noche, una caca gigante de gaviota cubría varios de los coches aparcados en la calle de los Melancólicos.

Los dueños estaban desesperados, no sabían qué hacer, pero es que nunca nadie había visto cacas de aquel tamaño, eran descomunales.

Los periódicos locales se hicieron eco de aquel fenómeno y enseguida aparecieron “expertos” que dieron todo tipo de explicaciones, cada una de las cuales, ciertamente, fue publicada en un diario distinto.

“Esta defecación”, indicó un tipo venido de Singapur cuya verdadera profesión era vendedor de grúas, “la produce un pterosaurio. El tamaño de esta... caca se corresponde con las capacidades intestinales de ese dinosaurio”.

“Pero ¿no están extinguidos los dinosaurios?”, le replicó alguien.

“Eso dicen”, contestó el de Singapur, “pero alguno debe haber quedado por ahí, porque ese tamaño no tiene otra explicación”.

No convenció a nadie, lógicamente.

Otro tipo, este de Toronto, dijo:

“Esa caca es de ballena”.

“¿De ballena?”, le preguntaron alucinando. “Explíquese”.

“A ver, esta lengua de tierra se interpone entre dos partes del mar. Hay ballenas que odian dar rodeos, por lo que cuando vienen por aquí, cogen carrerilla y saltan por encima del istmo, pero, para perder peso durante el salto, hacen sus necesidades mientras van por el aire. Y eso es lo que tenemos aquí: caca de ballena”.

No, tampoco aquella hipótesis convenció a nadie, porque ni los más viejos del lugar habían visto nunca a una ballena dar un salto así, que sería de al menos cien metros.

Hubo una tercera opinión, esta de una mujer de Vladivostok, que dijo:

“Esos son residuos extraterrestres de las naves que orbitan alrededor de nuestro planeta, pero que están ocultas a nuestros ojos”.

“Pero ¿son residuos de las naves o de sus tripulantes?”, le preguntaron.

“Supongo que de sus tripulantes, porque eso es... mierda”, respondió la mujer.

“Ya, pero ¿por qué siempre cagan en este punto, con lo grande que es el planeta Tierra?”, le preguntaron.

Ella se encogió de hombros y explicó que probablemente tendría algo que ver con la energía del lugar.

El siguiente paso llegó cuando se hicieron análisis químicos de las defecaciones.

“Esto es caca de gaviota”, anunció sin dudarlo la científica que dirigió las investigaciones, mostrando un isótopo recubierto de mierda de gaviota.

Desde ese momento, en la aldea de pescadores creció la idea de que una gaviota gigante, gigantísima, habitaba en los alrededores, aunque nunca nadie la había visto.

Pensaron, además, que debía de ser invisible, porque el único rastro que había de ella eran aquellas cacas del tamaño de cinco balones de baloncesto. 

Hubo expediciones científicas y militares que se dedicaron a buscar aquella gaviota gigante que podía cagar como cuarenta gaviotas normales.

Buscaron y buscaron durante semanas, pero no encontraron ni rastro.

Mientras, en la aldea, construyeron un aparcamiento fuera, en la entrada, de modo que la calle de los Melancólicos fuese solo un lugar de paso a pie hacia el faro.

Y en aquel aparcamiento solo cayeron desde entonces las cacas habituales, de gaviota normal y corriente, pero nunca más cacas gigantes.

Por tanto, cualquier lector se preguntará: ¿Y cuál era el misterio de las cacas gigantes? ¿Existía realmente una gaviota gigante que cagaba a lo gigante?

La respuesta es no.

Las gaviotas son mucho más listas de lo que parecen, así que simplemente se pusieron de acuerdo para en vez de cagar cada una por su cuenta, hacerlo sincronizadamente en grupo de 30 sobre un mismo objetivo.

De ese modo, las cacas de 30 gaviotas apuntado a un mismo auto producían una mierda gigante.

Así, consiguieron que la calle de los Melancólicos estuviese dejase de estar siempre atiborrada de coches y volviese a ser para ellas.

¿Y lo de seguir cagando encima de los coches en el nuevo aparcamiento?

Bueno, resulta que ese es el mayor placer de esas aves al que jamás van a renunciar.

© Frantz Ferentz, 2022


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