jueves, 5 de octubre de 2023

EL MISTERIO DEL RASTRO DE LOS CALCETINES


Cuando Micaelo entró en su casa después del trabajo, se topó con algo extraño, muy extraño.

Había un par de calcetines tirados por el pasillo, cada una diferente, a una distancia de aproximadamente un metro.

Siguió caminando por el pasillo y cuál fue su sorpresa cuando, al girar en la esquina, se encontró otros dos calcetines, también diferentes.

Y el rastro llegó hasta su propia habitación, donde en el suelo había, como no podía ser de otra manera, otro par de calcetines diferentes.

¿Qué explicación podría tener aquello?

¿Habría entrado su madre mientras él estaba fuera y sin darse cuenta habría dejado los calcetines en el suelo y encima una de cada par?

Pero ese día llegó tan tarde y con tanto sueño que decidió dejar las respuestas para el día siguiente, llamaría a su madre y le preguntaría al día siguiente.

Así que dejó todos los calcetines en la mesa de la cocina (pensó que probablemente tendría que meterlos en la lavadora) y se fue a dormir.

A las seis de la mañana sonó el despertador.

Esa es una hora en la que dicen que las calles aún no están colocadas y que, por tanto, no se puede salir a la calle, pero Micaelo tenía que apurarse para llegar muy temprano a trabajar.

Se preparó el café, pero con las prisas le puso fertilizante de geranio en lugar de café, así que escupió aquel asqueroso líquido y se fue sin tomar nada, ya tomaría algo en la oficina.

Y sin más, cerró la puerta de la casa, sin siquiera darse cuenta de que los calcetines que había dejado para lavar la noche anterior, ya no estaban sobre la mesa.

Hasta que regresó a casa, un poco más temprano que el día anterior.

Y nuevamente, mientras caminaba, se topó con los calcetines en el suelo.

Las recogió y, cuando las tuvo todas, fue a colocarlas sobre la mesa con las demás, pero las del día anterior ya no estaban.

Micaelo se rascó la cabeza.

¿Cómo era posible?

¿Acaso alguien había irrumpido en su casa? ¿Alguien tenía las llaves de su hogar?

Solo su madre tenía las llaves, así que la llamó.

— Mamá —le preguntó— ¿viniste a mi casa y dejaste el pasillo sembrado de calcetines por todo el suelo?

La madre al principio no respondió, luego soltó una carcajada y finalmente dijo:

— Hijo, te he dicho mil veces que no dejes tanto tiempo la comida en el frigorífico, que llega a su fecha de caducidad y luego te hace tener alucinaciones. Hace dos semanas que no nos vemos y menos aún he pasado por tu casa.

Entonces, si la madre no dispersaba los calcetines por casa, ¿quién lo hacía?

Al día siguiente, Micaelo colocó una cámara en el pasillo antes de ir a trabajar.

Y cuando volvió... bingo, otra vez toda la casa estaba llena de calcetines por el suelo.

Rápidamente revisó las imágenes para descubrir quién estaba irrumpiendo en su apartamento y tirando los calcetines al suelo.

Y descubrió algo que lo dejó sin palabras y sin aliento... bueno, sin aliento un poquito, porque de lo contrario se habría ahogado.

Primero vio cómo algo o alguien tiraba un rastro de calcetines al suelo.

Fuera lo que fuese, era invisible, porque no se veía ninguna figura, pero sí un puñado de calcetines flotando en el aire que iban cayendo una por una.

A simple vista volvió a darse cuenta de que los calcetines no eran suyos, pero no sabía de dónde venían.

El misterio, en vez de resolverse, se complicaba.

En ese momento, Micaelo tuvo una idea: al día siguiente no iría a trabajar, teletrabajaría, y así resolvería aquel extraño misterio.

Para ello colocó unas trampas en la casa, concretamente una red que se activaría con un sensor de movimiento y que caería sobre quien entrara en la casa.

Y la trampa funcionó.

Alguien o algo entró en casa por un ventanuco del baño que siempre estaba abierto.

De allí salió al pasillo, nuevamente con una enorme bola de calcetines en las manos, en realidad solo se podía ver la pelota, porque todos los calcetines estaban enrollados.

En cuanto algo o alguien pasó por debajo del sensor, este se activó y dejó caer la red encima del intruso.

Pronto se escucharon gritos.

Micaelo vio cómo toda la red se agitaba, había alguien debajo, pero aún era invisible.

Tuvo una idea: espolvorear harina por encima.

Entonces descubrió una figura muy extraña que se movía bajo la red.

No era humano, tenía orejas puntiagudas, estaba cubierto de pelos, con un hocico alargado.

Todo eso se podía ver por la capa de harina que Micaelo le había echado encima.

— ¿Y tú como quién eres? —preguntó el hombre a la criatura.

Hubo silencio durante unos segundos.

— Ich bin ein Sockenmonster — dijo la criatura, lo que significaba: "Soy un monstruo de los calcetines".

Habló en alemán, pero Micaelo no entendía ese idioma.

Tomó el teléfono y abrió la aplicación del traductor, que reproducía lo que estaba escrito con su voz.

— ¿Por qué estás en mi casa? ¿Por qué colocas calcetines por toda mi casa?

La criatura parecía entender a Micaelo, pero seguía respondiendo en alemán.

— Ich suche die Liebe meines Lebens.

Micaelo no entendió una palabra.

Pero era un hombre ingenioso, por lo tanto, se descargó otra aplicación de internet; esta traducía por voz, pero no era muy precisa, así que tradujo:

— Bebo el amor de los amores.

En realidad la criatura había dicho: "Estoy buscando al amor de mi vida".

Micaelo tenía que averiguar quién era esa criatura.

Pero las aplicaciones no funcionaban muy allá.

De repente recibió una llamada de su madre.

— Hijo, ¿vienes a almorzar el domingo?

Entonces la criatura dijo:

— Kannst du mir helfen?

La mamá de Micaelo escuchó aquella voz y preguntó:

— ¿Tienes novia? ¿Y encima es alemana?

— Mami, ¿tú entiendes el alemán?

— Por supuesto, hijo. Fui inmigrante en Alemania antes de que nacieras.

Micaelo se quedó sin palabras, vaya sorpresa, pero rápidamente tuvo una idea.

— Mamá, pongo el altavoz del teléfono y tú haces de intérprete.

— Por que tengas novia, hago lo que sea necesario.

Gracias a la intervención de la madre de Micaelo, la criatura pudo explicar quién era y qué buscaba.

— Tu novia dice —comenzó a explicar la madre— que es una monstrua de los calcetines.

» Había seguido el rastro de un monstruo de los calcetines que había entrado en tu apartamento, porque estaba convencida de que vivía allí.

» Se sentía muy sola y necesitaba encontrar el amor de su vida, otro monstruo de los calcetines con quien formar una familia de comecalcetines.

» Por eso había empezado a soltar calcetines por tu pasillo, los cuales recogí por todo el edificio, con la intención de atraerlo, porque estaba segura de que allí vivía, ya que en tus cajones solo había una media de cada par, te desaparecían.

» Y la única hipótesis para explicar la desaparición de tus calcetines es que existió un monstruo de los calcetines.

— ¿Y qué hizo con todos los calcetines que había coleccionado?

— Comérselos —tradujo la madre—, que es lo que los monstruos de los calcetines hacen con los calcetines.

— Tiene sentido —reconoció Micaelo—. ¿Y cómo se llama?

— Dice que se llama Micaela.

— Es una broma, ¿no?

— No, eso es lo que dice.

Micaelo se rascó la cabeza, le quitó la red de encima al monstruo comecalcetines, la tomó de la mano y la llevó hasta la lavadora, siempre con el móvil en la mano.

—Ella es la que se come los calcetines —explicó Miacelo, señalando la lavadora. No hay ningún monstruo en esta casa...

Llegados a este punto, confesaré que existen dos versiones de cómo terminó esta historia.

Conozco ambas.

Según la primera, el hecho de que el monstruo tuviera el mismo nombre que el hombre le hizo ver en esa coincidencia una señal del universo, algo escrito en las estrellas, un presagio de que ambas criaturas, aunque fueran tan diferentes, se encontrarían. Y se enamoraron.

Así pues, Micaelo se casó con Micaela, quien solía estar cubierta de harina para ser visible, pero, cuando salían, ella prefería ser invisible, que es la naturaleza de los monstruos de los calcetines, lo cual era muy útil cuando iban al cine, porque solo pagaban una entrada.

Según la segunda, Micaela se enamoró de la lavadora, porque al fin y al cabo tenía una naturaleza relativamente parecida a la de ella, ambos se alimentaba de calcetines ella y en eso se sentía acompañada... y además nunca discutían.

No sé cuál de los dos finales es real.

Quizás ninguno.

No lo sé, o tal vez haya otro final y tú lo conozcas.

¿Quieres contárnoslo?


© Frantz Ferentz, 2023




 




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