Doña Visitación tenía un perro muy extraño. No era de esos que se creían que fuese un pato porque había crecido entre patos, de modo que nadaba como uno de ellos y hasta pescaba, pero al menos no volaba. O como esos otros perros que crecieron entre gatos y hasta maullaban.
No, el perro de doña Visitación se creía que era un asesor financiero y que su lugar debería estar en Wall Street, en la Bolsa de Nueva York.
Los hijos de la señora le insistieron tanto para que llevara el animal al veterinario, que finalmente acudió.
Después de contarle al médico cuál era la obsesión de su perro, el veterinario intentó explicarle a la mujer que eso era imposible, por lo que fueron a tomar una taza de café a la habitación de al lado.
Cuando regresaron a la consulta, diez minutos después, el perro de Doña Visitação los saludó diciendo "guau", con gafas en la nariz y sentado frente al ordenador de la veterinaria, que no creía lo que veía, pero lo creyó aún menos cuando descubrió que el perro había hecho su declaración de impuestos y que tenía derecho a una devolución.
© Frantz Ferentz, 2023
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