jueves, 30 de noviembre de 2023

PARANÁ: EN COMA

 

Cariacanta había caído en coma tras un accidente de tráfico. Estuvo un tiempo en el hospital, hasta que los médicos decidieron que podía quedarse en casa, bajo el cuidado de su familia.

Al principio la visitaban constantemente amigos, pero a medida que pasaban las semanas, las visitas se hacían cada vez más raras.

Hasta que solo quedó Adamio. Era un compañero de clase de su centro de secundaria. Estaba enamorado de Cariacanta desde la guardería. Los padres de la joven aceptaron que el muchacho permaneciera muchas horas en casa, porque así no tenían que preocuparse tanto por su hija.

Adamio se había enterado de que leer a personas en coma era algo muy positivo. Por eso, comenzó a traer libros de su propia casa y a leerlos en voz alta a la chica.

Cómo amaba ese rostro sereno, esos rizos quietos de su cabello; qué pena que tuviera los ojos cerrados.

Después de tres meses visitando a Cariacanta, Adamio decidió leerle sus propios poemas en voz alta. Eran poemas de amor y cada día escribía diez o quince nuevos. Los leía con pasión, hablando abiertamente de sus sentimientos.

Al tercer día de empezar a leer los poemas, Cariacanta abrió los ojos y pronto vio a Adâmio.

— ¡Te has despertado! —dijo Adamio con lágrimas en los ojos.

— Por tu culpa —susurró ella.

— ¿Y eso? —preguntó él sin entender.

— Es que tus versos son tan malos que me producen pesadillas. Y si tengo pesadillas, no puedo dormir...

© Frantz Ferentz, 2023

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