– ¿Algún deseo antes de morir? –preguntó el rey.
– Solo quiero ser humano unos segundos.
El rey sonrió. Pensó que el peón era un estúpido.
– Concedido.
De repente, el peón era un niño y el rey era un hombre adulto. Sin dudar, el niño le dio una patada al rey en la canilla. El rey se cayó al suelo y se retorció de dolor. Enseguida, el niño y el rey volvieron a ser figuras de ajedrez.
Solo entonces, el maestro Pelakov se dio cuenta de que el rey se había caído en el tablero y que el peón, inexplicablemente, había provocado jaque mate.
© Frantz Ferentz, 2019