sábado, 31 de diciembre de 2016

LARA Y EL CANICORNIO


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Personajes

Lara
Artus, o canicórnio
Poldo
Berta
Mingo


El escenario es un bosque. La parte trasera muestra una masa impenetrable de hojas, como si fuese una cortina vegetal. Tras ella estará escondido el canicornio (en principio es un perro con un cuerno en la cabeza), cuya presencia será reconocida porque, cada vez que Lara hable con él, las hojas se moverán, dando a entender que alguien o algo está tras ellas.
El resto del escenario será, de hecho, un claro del bosque, donde la niña viene a sentarse para encontrarse con su amigo. La escena se inicia con Lara sentada en el suelo hablando aparentemente con el follaje.
LARA: ¿Sabes? Hoy en la escuela me han vuelto a decir que soy una soñadora, una fantasiosa y que ya tengo que empezar a comportarme como una persona responsable. Eso dijo la maestra, pero lo peor fueron los compañeros. Son tan malos conmigo, se ríen de mí todo el tiempo...
El follaje se mueve. Por el lateral entra Poldo arrastrándose. Se queda a unos dos metros de Lara, escondido detrás de un matorral y se queda allí agazapado, espiando.
LARA: No entienden que yo te tenga de amigo, pero como no les digo quién eres ni cómo eres, todos se creen que eres un amigo imaginario. En serio, tengo muchas ganas de presentarte a mis compañeros, que vean que eres real, que yo no me invento nada (la hojarasca se mueve)
Poldo aprovecha, estando en el suelo, para sacarse el móvil|celular del bolsillo y llamar. No se escucha su conversación.
LARA: Yo no quiero ser como toda esa gente que se pasa el día haciendo las mismas cosas, estando con las mismas personas, yendo a los mismos sitios, manteniendo las mismas conversaciones. Yo sé que hay cosas que no vemos y que están ahí. Es solo cuestión de querer descubrirlas, como me pasa a mí contigo (nuevamente se mueve el follaje).
Mientras tanto, llegan Berta y Mingo. Se arrastran por el suelo hasta llegar a la posición de Poldo. Los tres se quedan allí espiando.
LARA: Créeme, no tengo más amigo que tú. Nadie en el pueblo quiere estar conmigo, todos dicen que soy rara, que estoy loca, que sería mejor que me mandaran lejos, donde nadie me conozca. Yo solo quiero que entiendan que te tengo de amigo...
Las risas de los tres chicos escondidos ya se hacen audibles. Aquella conversación les resulta muy divertida. Lara escucha las risas, se pone de pie y gira la cabeza en dirección a ellos.
LARA: ¿Quién está ahí?
Los tres chavales se ponen de pie. Se mueven hasta quedarse a la altura de Lara.
POLDO: Vaya, vaya. Nuestra querida Lara estaba hablando con su amigo imaginario, ¿eh?
BERTA: ¿Qué tipo de amigo es? ¿Una cucaracha gigante? ¿Una vaca habladora? ¿Un coche|carro abandonado con sentimientos?
MINGO: Gracias a esto, vamos tener motivos para reírnos de ti durante los próximos dos años
Los tres se ríen a carcajadas.
LARA: (enfurecida)¡Basta! Yo no me invento nada. ¡Mi amigo es real!
BERTA: ¿Ah, sí? ¿Y cómo se llama tu amigo? (tono de burla)
LARA: ¡Artus!
Los tres chavales vuelven a reírse. El nombre les resulta altisonante.
LARA: Artus, por favor, muéstrate (y señala con la mano para el follaje que hay a sus espaldas).
El follaje se agita. Se abre un hueco y por él sale una criatura que tiene toda la apariencia de un perro. Pero tiene una característica especial. Es un perro con un cuerno en la frente. Además, se trata de un perro de un tamaño considerable.
Los chicos se quedan paralizados a la vista de aquel animal. Hasta dan unos pasos para atrás por miedo a ser atacados.
LARA: Este es Artus.
MINGO: ¿Pero que fiera es esa? ¡Parece un perro, pero tiene un cuerno!
LARA: Exacto. Se trata de un canicornio.
El canicornio camina lentamente en dirección a los chicos, pero estos parecen estar pegados al suelo, hasta el punto que acaban cayendo de rodillas, muertos de miedo.
POLDO: ¡Detenlo!
LARA: ¿Por qué? Artus no hace nada.
POLDO: ¡Detenlo! ¡Se nos va a comer!
BERTA: Porque no creo que un perro, aunque tenga un cuerno, sea vegetariano.
MINGO: Mamá, ven a salvarme, ven a salvarme, por favor (llorando).
LARA: No seáis|sean tan tontos. Como veis|ven, tengo un buen amigo, el mejor amigo. Y no me lo imagino. Ahora, Poldo, coge tu móvil|celular y tírame unas fotos con Artus. Quiero que todo el mundo se convenza de que no estoy loca y que no me invento amigos.
POLDO: Como digas, pero echa a ese bicho un poco para atrás.
Lara hace retroceder un poco al canicornio, hacia el follaje.
Poldo saca su móvil|celular y le hace varias fotos.
POLDO: Ya están hechas.
LARA: Pues ahora, fuera de aquí y haz que las fotos se vean en las redes sociales. O, si no, digo a Artus que me acompañe al pueblo...
Los tres chavales no se lo piensan dos veces y salen disparados por el lateral del escenario. Lara se queda sola con el canicornio.
LARA: Bueno, por fin solos. Creo que ya no se van a reír de mí nunca más. Tuviste una muy buena idea, porque ya te imaginabas que ese bobo de Poldo me seguiría, así que pensaste todo para que él cayese en la trampa, y cayó (se ríe). Y sabías también que llamaría a sus inseparables amigos.
El canicornio, entretanto, se queda echado en el suelo, perezoso. La niña le acaricia la cabeza y el lomo.
LARA: En fin, creo que hiciste bien fingiendo ser un canicornio. No existe tal animal, pero ellos creen que sí. Si supieran cuál es tu verdadera naturaleza, sería horrible, porque hasta podrían llamar al gobierno y vendrían científicos y soldados a por ti. Pero así, cuando hablen del canicornio, los adultos pensarán que es cosa de críos, aunque haya fotografías y tú estarás a salvo. Bueno, ya es hora de que recuperes tu auténtica naturaleza.
Lara retira el cuerno a Artus, que está sujeto con una goma elástica alrededor de su cabeza.
LARA: Ya está.
Artus se pone de pie. Se queda de hecho a dos patas y estira los brazos. De ellos surgen dos alas, que él agita un par de veces.
LARA: Qué bueno, Artus. Nadie tiene el privilegio de contar con un amigo como tú, un auténtico candragón de Bohemia. Gracias por ser mi amigo.

Ambos se dan un fuerte abrazo.
© Frantz Ferentz, 2016


viernes, 30 de diciembre de 2016

LOS ÁRBOLES EN HUELGA


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Personajes

Árbol
Jardinera
Alcalde
Hombre de negocios 1
Hombre de negocios 2
Paseante 1
Paseante 2
Paseante 3
Paseante 4


El escenario muestra un decorado de árboles sin hojas al fondo. En el centro del escenario, aunque hacia atrás, aparece un solo árbol (dentro habrá lógicamente un actor), que de vez en cuando se moverá como impulsado por el viento. El suelo, en cambio, está todo cubierto de hojas de árboles. Una jardinera se va barriendo el suelo de hojas, como abriéndose camino. Se acerca al árbol solitario. Lo mira, da la vuelta a su alrededor, lo observa un instante. Después saca su celular y hace una llamada.
JARDINERA: Abuela, ¿podría venir un instante? Aquí pasa algo extraño. Los árboles han amanecido sin hojas de ayer para hoy, están por el suelo… ¿Que quiere que le ponga el celular junto al árbol? ¿Para oír el murmullo del viento al rozar contra las ramas? Está bien.
La jardinera hace lo que su abuela le pide. Coloca el celular junto a una rama, en realidad el brazo del actor. Deja un ratito ahí el celular. Luego vuelve a hablar.
JARDINERA: ¿Qué dice, mi abuelita? ¿Que el árbol le ha hablado? ¿Y qué le ha dicho? ¿En serio? Huy, eso es muy grave. Espere, que voy a llamar al alcalde.

La jardinera cuelga y enseguida marca otro número. Enseguida empieza a hablar.

JARDINERA: Señor alcalde, soy Catarina, la jardinera municipal. Tiene que venir inmediatamente al bosque de la Alameda, porque ha pasado algo muy extraño. Verá, esta mañana, cuando he llegado, todos los árboles estaban sin hoja, lo cual, como usted comprenderá, no es para nada normal… Además, hablé con mi abuelita que ella entiende el lenguaje de los árboles cuando los roza el viento y…
En cuanto la jardinera ha empezado a hablar, el alcalde se le ha ido acercando por detrás, apareciendo por un lado del escenario. Lleva el celular en la mano y va acompañado de dos hombres de negocios, con panzota y gafas de sol. Los tres visten trajes con corbata.

ALCALDE: Buenos días.

Catarina da un saltito del susto y se gira. Ambos cierran sus celulares.

JARDINERA: Señor alcalde, ¿cómo usted por aquí?

ALCALDE: Estaba por aquí mostrando a estos dos señores estos terrenos. Les interesan mucho.

HOMBRE DE NEGOCIOS 1: Sí, sí, un terrenito estupendo para construir un aeródromo, tres casinos y dos autopistas y media.

HOMBRE DE NEGOCIOS 2: Bueno, por no citar tres hoteles de lujo, dos campos de golf y tres rascacielos…

El alcalde y los dos hombres de negocios se ríen.

JARDINERA: Señor alcalde, dice mi abuelita que lo que les ocurre a los árboles es que se han puesto en huelga.

El alcalde y los dos hombres de negocio rompen a reír a carcajadas. La jardinera permanece inmóvil al lado observándolos.

JARDINERA: En serio, señor alcalde. Ella conoce ese lenguaje. Dice que los árboles se han hartado de que los talemos, los quememos y degrademos todo alrededor de ellos, dejando toneladas de basura a sus pies. Por eso, se han puesto en huelga y han dejado de crear oxígeno para que podamos respirar. Han dicho que no volverán a limpiar la atmósfera mientras no los respetemos.

Los dos hombres y el alcalde vuelven a reírse, pero se alejan, salen del escenario. Mientras tanto, cuatro paseantes entran en el escenario, dos por cada lado del escenario. En cuanto tocan el escenario cuchichean entre ellos señalando para el suelo. La jardinera, mientras tanto, sigue barriendo con desgana. Los cuatro paseantes acaban reuniéndose con la jardinera en el centro del escenario.

PASEANTE 1: Buenos días, jardinera. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué hacen todas estas hojas para el suelo? ¿Están enfermos todos los árboles?

JARDINERA: No, no es eso, es que los árboles están en huelga de oxígeno.

PASEANTE 2: ¿Huelga de oxígeno?

PASEANTE 3: Yo me creo eso. Mi abuelo también me habló de que había oído a los árboles lamentarse entre ellos por lo mal que los tratamos.

PASEANTE 4: ¿Y cómo hace su abuelo?

PASEANTE 3: Él sabe interpretar el rumor que hace el viento al rozar los árboles, con hojas o sin ellas.

PASEANTES 1, 2 y 4: Aaahhhh

JARDINERA: Eso mismo dice mi abuela. Yo creo que deberíamos hacer algo, ¿no?

PASEANTE 2: ¿Pero el qué?

JARDINERA: Lo cierto es que el alcalde quiere talar todos los árboles y permitir que construyan no sé cuántas cosas en el espacio del bosque.

PASEANTE 2: Huy, qué barbaridad. No será para tanto.

PASEANTE 3: Pues yo creo que sí, que esto es muy serio.

De repente, las cinco personas que están en el escenario comienzan a toser. Se llevan la mano a la garganta. Se quedan sentadas en el suelo, respiran con dificultad. La jardinera aún hace un esfuerzo, se levanta, saca su celular y lo coloca al lado del árbol del centro del escenario al fondo.

ÁRBOL: Señor alcalde, regrese inmediatamente a la entrada del bosque.

La jardinera se deja caer en el suelo y ahí se queda. Los cuatro paseantes siguen tirados en el suelo, respiran con dificultad, jadean.
Enseguida llega el alcalde con los dos hombres de negocios. Entran por el mismo lateral por el que había salido. Se frenan en seco al ver aquella gente tirada en el suelo.

ALCALDE: ¿Qué pasa aquí?

La jardinera aún hace un esfuerzo y consigue hablar.

JARDINERA: No queda oxigeno…

Los dos hombres de negocios también empiezan a caer al suelo. No consiguen respirar.

ALCALDE: Árbol, te ordeno que nos devuelvas el oxígeno.

ÁRBOL: ¿Por qué? ¿Qué has hecho tú por mí? ¿Desprotegerme, llenarme de basura, acabar con los animales que viven a mis pies, permitir que me quemen?

ALCALDE: Con que tú eres el líder de esta revuelta, ¿eh? Te voy a quemar… cof, cof, cof (el alcalde nota que le empieza a faltar el aire).

ÁRBOL: El fuego necesita oxígeno para arder. Y tú necesitas oxígeno para respirar.

JARDINERA: Árbol, tienes toda la razón, por favor, perdónanos.

ÁRBOL: ¿Y quién me asegura que no volverán a hacer lo mismo?

JARDINERA: Voy a hablar con todos los vecinos. Vamos a elegir otro alcalde, un alcalde que nos apoye en el respeto a la naturaleza.

ÁRBOL: No me fío.

Los cuatro paseantes se ponen de rodillas y hablan.

PASEANTES: Nosotros estamos con ella. Iremos ahora mismo al pueblo y haremos una asamblea. Traeremos aquí a todo el pueblo. Tú mismo podrás hablar con todos.

ÁRBOL: Sea.

Todos los personajes vuelven a respirar normal. Se levantan del suelo. El árbol vuelve a cubrirse de hojas.

JARDINERA: Gracias, árbol.

ÁRBOL: No habrá otra oportunidad. Cumplan su palabra.

ALCALDE: ¿Pero están ustedes locos? ¿No ven que todos en el pueblo podemos ser ricos?

JARDINERA: Señor alcalde, dígame, ¿de qué le sirve tanta plata si está usted muerto?

Los cuatro paseantes salen del escenario, mientras el alcalde y los dos hombres de negocio se quedan solos en el escenario, flanqueándolo. La obra termina con la risa del árbol, que suena como un soplo de brisa.



 © Frantz Ferentz, 2016

domingo, 30 de octubre de 2016

LA REBELIÓN DE LAS BOLSAS DE BASURA


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Personajes

Bolsa de basura 1 
Señora con perrito
Agente 1 / bolsa 2
Agente 2 / bolsa 3
Corredor / bolsa 4
Alcaldesa / bolsa 5
Capitán de policía / bolsa 6


El escenario es un parque convertido en vertedero, con bolsas de basura desperdigadas por el suelo, sobre todo en la mitad final, hacia el fondo. Las bolsas de basura han de ser preferiblemente negras.

El escenario estará casi a oscuras, excepto por algún foco que ilumine, sobre todo, la mitad del escenario que cae más cerca del público, mientras que la otra mitad debe estar en penumbra o incluso a oscuras.

De repente, una bolsa de basura se levanta. Se puede notar su forma humana, con brazos y piernas. La bolsa se acerca al centro del escenario y se despereza.

BOLSA 1: ¡Uahhhhh! (estirándose). ¡Qué sueñito tan agradable! ¡Y ahora a cenar!

De repente, se sienten unos pasos. También se oyen unos ladridos de perro pequeño. Aparece por un lateral una señora paseando a su perrito. El perrito será falso. La señora tira del perrito hacia el centro del escenario. El animal se opone quedándose quieto, pero la señora va consiguiendo arrastrarlo. Mientras tanto, la bolsa de basura se ha quedado inmóvil, sentada, en el centro del escenario.

SEÑORA: Pinki (al perrito). Ven, tontito, no te hagas de rogar.

El perro sigue resistiéndose, pero la señora consigue tirar de él y llegan a la altura de la bolsa de basura que permanece inmóvil. Y justo cuando el perro llega a la altura de la bolsa de basura, esta salta de repente sobre él y se lo devora de un bocado. La correa cae al suelo y se oye un sonoro eructo.

Mientras tanto, la señora se habrá quedado paralizada, presa del miedo.  Pero solo unos segundos, a continuación, soltará un grito y correrá hacia el lateral por el que ha entrado, saliendo de escena.

La bolsa, por su parte, se levantará tranquilamente del suelo e irá a reunirse con el resto de bolsas de basura en la mitad final del escenario.

BOLSA 1: Ese perro se nota que estaba bien criado. Aunque fuera tan pequeño, tenía mucha chicha.

En cuanto la bolsa de basura se haya sentado en medio de las demás bolsas, entre las cuales pasará inadvertida, entra en el escenario de nuevo la señora del perrito, atacada de los nervios, junto con dos agentes de policía que portan sendas linternas.

SEÑORA: Se lo juro, agente. Una de esas bolsas se abalanzó sobre mi Pinki y se lo comió de un bocado, sin masticar ni nada (dice mientras señala al centro del escenario, al que casi han llegado, pero allí no hay nada)

AGENTE 1: En serio, señora, ¿y no será que su Pinki, que debe ser juguetón como todos los perros, no se habrá metido solito en una bolsa para jugar o buscar comida y ahora no puede salir?

SEÑORA: Que no, agente, que no…

Los dos agentes y la señora ya están en el centro del escenario. En ese momento, el segundo agente alumbra con su linterna al suelo y encuentra la correa de Pinki tirada.

AGENTE 2: Sospechoso, muy sospechoso (dice mientras muestra la correa del perro a su compañero)

AGENTE 1: Tú ves muchas películas, ¿verdad?

En ese momento llega un hombre corriendo, en chándal.

CORREDOR: Dejen paso, por favor.

Intenta evitar a los policías y la señora. Para eso se mueve hacia las bolsas de basura. Grita. Se cae, se pierde entre las bolsas. Una de ellas se lo acaba de engullir.

AGENTE 1: ¿Está usted bien? ¿Se ha hecho daño? (al corredor)

Se vuelve a oír un eructo. Del corredor no hay ni rastro, porque se ha caído entre las bolsas de basura, pero ha sido tragado por una de ellas.

AGENTE 1: (al agente 2) Acércate y echa una mano a ese señor, quizá se haya hecho daño.

AGENTE 2: Ni hablar, voy a pedir refuerzos. Esto es un ataque de zombis. (El agente 2 saca su transmisor y empieza a pedir ayuda.). A todas las unidades, tenemos un 4-3-4, o quizá sea un 8-0-3… Bueno, no sé, la cosa es que necesitamos refuerzos. Repito, necesitamos refuerzos.

AGENTE 1: No seas paranoico.

El agente 1 se mete entre las bolsas.

AGENTE 1: Señor, ¿está bien? ¿Me oye? ¿Señor?

       Se oye un nuevo eructo. El agente 1 desaparece. Ha sido tragado por una bolsa de basura, de ahí el eructo.

Al agente 2 se le cae el transmisor al suelo. Saca su pistola. Tiembla como un flan.

AGENTE 2: Bolsas de basura, quedan ustedes detenidas. Tienen derecho a guardar silencio. Todo lo que digan puede ser usado en su contra. Tienen derecho a un abogado. Si no pueden pagárselo, se les asignará uno de oficio…

Mientras va diciendo todo, con la pistola desenfundada, el agente se mete también entre las bolsas de basura. Inmediatamente desparece de la vista. Se oye un nuevo eructo. También él es engullido.

Tres bolsas se ponen de pie.

BOLSA 1: ¿Lo veis como yo tenía razón? Aquí hay cena para todos.

BOLSA 2/AGENTE 1: Cierto, pero este poli tenía el colesterol un pelín alto.

BOLSA 3/CORREDOR: En cambio el mío era todo fibra. No me gusta comer deportistas, me dejan con hambre…

BOLSA 1: Bueno, no os quejéis, que yo solo me he comido un perro pequeñajo.

BOLSA 4/AGENTE 2: A mí este policía me repite… (y suelta un eructo).

A todo esto, la dueña del perrito ha sido mudo testigo de la conversación entre las bolsas de basura. Pero en ese momento reacciona y se dirige a la bolsa 1. Empieza a golpearla con el bolso.

SEÑORA: Devuélveme a mi Pinki, devuélmelo…

BOLSA 1: Señora, estese quieta, hágame el favor.

La señora aún le propina un par de golpes más a la bolsa de basura. Justo entonces llega la alcaldesa con el capitán de policía.

CAPITÁN: ¿Está bien, señora?

SEÑORA: Sí, pero quiero que esta basura me devuelva a mi Pinki.

BOLSA 1: Guau, guau.

SEÑORA: ¡Pinki!

El capitán se acerca a ella con precauciones, esquivando las bolsas de basura, le coge la mano, tira de ella y la saca de la zona de las bolsas hasta colocarla junto a la alcaldesa.

ALCALDESA (a la bolsa 1): ¿Cuáles son sus reivindicaciones?

BOLSA 1: Solo queremos comer.

ALCALDESA: ¿Desde cuándo las bolsas de basura se alimentan?

BOLSA 1: Desde que ustedes, los humanos nos crearon. No se dan cuenta de todo lo que tiran a la basura. Toneladas y toneladas de desperdicios en vertederos. Ahí lo dejan todo y, como mucho lo entierran. Pues bien, que sepan que después de tanto tiempo deshaciéndose de sus desperdicios, nosotros hemos cobrado vida. Ustedes nos han creado…

ALCALDESA: Eso es imposible. Nosotros no hemos hecho tal cosa. Somos los dueños del planeta.

BOLSA 1: Eso es lo que ustedes se creen.

ALCALDESA: Además, qué mal huelen ustedes. ¿Nadie les ha explicado lo que es una ducha?

BOLSA 1: Señora, somos basura.

En ese momento, todo el escenario se queda a oscuras. No se ve nada. Solo se oyen tres eructos consecutivos. Los tres personajes son entonces engullidos por tres bolsas de basura. Seguirá la oscuridad.

BOLSA 2/AGENTE 1: Buen provecho

BOLSA 1: Gracias.

BOLSA 5/ALCALDESA: Gracias.

BOLSA 6/CAPITÁN: Gracias.

       Vuelve la luz. Las seis bolsas vuelven a ser los seis personajes que se tragaron, aunque enfundados en una bolsa de plástico por encima de sus ropas (dejarán salir la cabeza, los brazos y las piernas. La bolsa 1 es ahora la señora del perrito, pero esta camina a cuatro patas y ladra.

AGENTE 1: Ya está. Ahora el planeta es nuestro.

ALCALDESA: Y yo a mandar, que es lo mío.

AGENTE 2: Ah, no que yo siempre he querido mandar también. Déjame a mí, déjame a mí.

ALCALDESA: Ni hablar.

CORREDOR: Parecen ustedes humanos.

SEÑORA (habla medio ladrando): Tiene usted razón, arf, arf, tiene razón… Auuu (aullando)

CAPITÁN: No discutan. Lo importante es que lo hemos conseguido. Cómo sabía yo que aquel viejo dicho humano era totalmente cierto.

TODOS JUNTOS: ¿Qué dicho?

CAPITÁN: Aquel que dice: “Somos lo que comemos”. Por tanto, si los humanos comen basura, son basura; pero, si nosotros comemos humanos, somos… (al público)

ALCALDESA (al público, adelantándose hasta el borde del escenario): Y por favor, no nos confundan con los zombis. Nosotras olemos mucho peor.



TELÓN

© Frantz Ferentz, 2016

sábado, 15 de octubre de 2016

LOS OJOS DE SOLE


Sole vino a pasarse unas vacaciones a nuestra casa. Era amiga de mi hermana Cecilia. Dormía en un cuartito al lado de la cocina que le habían preparado para que tuviera allá su dormitorio.

Todas las mañanas, se repetía el mismo ritual, que comenzaba con mi hermana llamando a la puerta del cuarto de Sole.

— ¿Puedo? —preguntaba mi hermana.

— No, que aún no me he pintado los ojos —decía siempre Sole.

Y entonces mi hermana se quedaba esperando hasta que Sole le decía, después de unos minutos:

— Ya puedes.

Y entonces mi hermana le daba los buenos días a Sole y se iban juntas a tomar el desayuno. Yo siempre era testigo mudo de aquel ritual que a ellas tanto les gustaba, pero confieso que, un cierto momento, me sentí muy curioso de ver cómo Sole se pintaba los ojos, porque, cuando salían, parecía una princesa egipcia, con aquellos ojos negros y aquellas pestañas que casi acariciaban a la persona que estaba delante de Sole.

Sin embargo, un día quise gastarle una broma a Sole. Llegué hasta la puerta de su cuarto antes que mi hermana. Llamé suavemente a la puerta y dije intentando imitar la voz de mi hermana:

— ¿Puedo?

Y ella respondió como siempre:

— No, que aún no me he pintado los ojos.

Pero yo abrí la puerta. Ella estaba girada de espaldas, por eso no vi su rostro en el primer momento. Pero cuando se giró, me quedé asustado. Aunque estuviera enfrente de mí, ella no me veía, no tenía... ¡ojos! No me podía ver. Su rostro estaba completo, pero, en efecto, ¡no tenía ojos.

— ¿Pero es que estás sorda? —dijo ella, creyendo que yo era mi hermana—. Aún no me he pintado los ojos. Sal y espérame fuera, por favor. Un día voy a hacerte yo lo mismo a ti antes de que te pintes la boca y te dejo sin desayuno...

No abrí la boca. Salí del cuarto e hice sonar la puerta para que ella supiera que salía. Nunca he contado aquello a nadie. Hasta hoy, cuando, de adolescente, acabo de descubrir que puedo afeitarme con una goma de borrar.

© Texto: Frantz Ferentz, 2016
© Ilustración: Valadouro, 2016