Gianni Rodari tiene la culpa de que yo haya escrito estas historias. Dicho esto, probablemente no se entienda de qué estoy hablando. Daré detalles.
Todo empezó el día que en la ciudad de Cascavel, en Paraná, Brasil, me saqué de la maleta un libro de Gianni Rodari. Es una de sus obras más conocidas:Cuentos por teléfono.Es un libro delicioso que tiene muchas historias cortas. De hecho, en los días siguientes di varias conferencias, allí en Cascavel, en Marechal Cândido Rondon y en Foz de Iguazú. Di conferencias sobre lectura y escritura y hablé de las técnicas de Rodari, que son fantásticas.
Así, cada noche, después de leer algunas historias del libro de Fábulas, también escribí uno o dos.
Así nacieron estas historias. Y todo habría terminado aquí, si no fuera porque en el camino de regreso alguien se sentó a mi lado. No lo había notado hasta el momento en que nos sirvieron la cena, ya volando sobre el Atlántico. Me habló en italiano y me dijo:
— Queste tagliatelle sono uscite dai beffi di una tricheca (≈Estos tallarines salieron de los bigotes de una morsa).
Ese incidente me hizo reír. Luego añadió:
— Mi chiamo Gianni. A proposito, le sue favole mi sono piaciute molto (≈Me llamo Gianni. Por cierto, sus cuentos me han gustado mucho).
Me quedé sin palabras. Sin embargo, tenía mucho sueño y me quedé dormido enseguida. Cuando desperté, Gianni ya no estaba a mi lado. Parecía que se había evaporado. Incluso le pregunté a la azafata dónde había ido el pasajero que estaba a mi lado.
—No había nadie sentado a su lado. Esa butaca estuvo vacía durante todo el viaje.
No sé qué pensar, pero ahora ya queda claro por qué la culpa es de Gianni Rodari, por qué escribí estas historias, o más bien fábulas que, se me olvidó comentar, escribí con el móvil.
Por los cielos de São Paulo, el 17 de noviembre de 2023
© Frantz Ferentz