martes, 25 de agosto de 2020

EL OLOR A PAÍS

 Wicca Magia: Teiniaguá – Princesa Moura



Dramatis Personae

Samir, el padre
Leila, la hija
Agente de aduanas


ACTO 1


En escena aparecen Leila y su padre Samir en su hogar. Están en el salón, decorado con estilo árabe. En el centro de la escena hay una mesa baja, con una tetera. Hay un viejo sofá y una alfombra en el suelo. Padre e hija toman un té en taza, ambos sentados en el sofá, de frente al público.

SAMIR (dejando la taza de té en la mesa): Hija, tengo que decirte algo.

Leila deja la taza en la mesa también. Se queda mirando a su padre.

SAMIR: Tengo que viajar a Marruecos. Tengo que firmar la venta de la casa familiar.

Hay unos segundos de silencio. Luego, Leila se acerca a su padre y lo abraza. Se mantienen abrazados unos segundos. Luego, la niña se separa y comenta con el padre.

LEILA: Tengo algunos ahorros. Te los doy para el viaje.

El padre sonríe tristemente. Le acaricia el cabello.

SAMIR: Te lo agradezco, ya Leila, pero tengo yo también algo ahorrado. 

El padre toma de nuevo la taza y da un sorbo al té.

SAMIR: ¿Quieres que te traiga algo de Marruecos?

Leila se queda pensativa unos instantes. Luego, piensa en voz alta.

LEILA: Hay tantas cosas que añoro de cuando era pequeña... Recuerdo sobre todo olores (se pone en pie y pasea por la estancia, ensimismada). Me acuerdo del olor del argán cuando lo vendían en la calle para los turistas. Me acuerdo del pescado fresco que llevaban a la lonja. Me acuerdo de los productos de cuero que venden en el zoco para los turistas. Me acuerdo del olor del azahar... No sé, son cientos de olores.

Samir se queda mirando. Le hace un gesto para que vuelva a sentarse. Ella lo hace.

SAMIR: Entonces, ¿qué quieres que te traiga?

Leila vuelve a quedarse pensativa un instante. Luego dice a su padre.

LEILA: ¿Sabes lo que realmente quiero?

SAMIR: No...

LEILA: Quiero que me traigas el olor a Marruecos

Oscuro


ACTO 2

Control de equipajes en la aduana del aeropuerto. Un agente de la ley pide a Samir que se acerque a él según va caminando con la maleta hacia la salida.

AGENTE (a Samir): Buenos días, ¿de dónde viene?

SAMIR: De Marruecos.

AGENTE: Muy bien, póngame la maleta aquí encima y ábramela, por favor.

Samir hace lo que le piden. El agente se pone guantes de goma. Luego, empieza a revolver todo. Extrae un frasco con un contenido marrón. El agente lo destapa y huele. Pone cara de asco.

AGENTE: ¿Qué es esto?

SAMIR: Aceite de argán.

AGENTE: ¿Argán? ¿Qué animal es ese?

SAMIR: Es una planta. Tiene propiedades curativas.

El agente mira el frasco al trasluz.

AGENTE: En cualquier caso, no puede pasar esto porque no viene en su embalaje original (hojea unas hojas que tenía al lado). No encuentro yo este aceite de sagán en la lista de productos... Así que no lo puede pasar.

Lanza el frasco a una papelera que hay al lado. Luego sigue rebuscando en la maleta. Hasta que encuentra una caja de cartón. La saca de la maleta y la abre.

AGENTE: ¿Y esto? (toquetea)

SAMIR: Son dátiles.

AGENTE: Qué pegajoso...

SAMIR: Son muy dulces.

AGENTE: Tampoco viene en el embalaje adecuado.

El agente toma la caja, la cierra y la lanza también a la papelera. Luego vuelve rebuscar en la maleta. Extrae un frasquito con un tapón. Tiene un líquido dentro.

AGENTE: ¿Y esto? (se lo muestra)

Samir duda.

SAMIR: Este... 

AGENTE (en tono desagradable): Que qué es esto.

SAMIR: Una muestra de orina. Es de mi abuela. La traigo para que la analicen en el laboratorio.

El agente suelta un gritito de asco y deja caer el frasco en la maleta.

AGENTE (aún en tono desagradable): Cierre la maleta y váyase.

Samir hace lo que le dicen. Luego pone la maleta en el suelo y se va. Solo queda en escena el agente.

AGENTE: ¡Siguiente!

Oscuro


ACTO 3

Nuevamente en la casa de Samir y Leila. Escena vacía.

Se oyen unas llaves que abren la puerta. Al instante entra Samir con una maleta con ruedas. Llega hasta la mesa central. Deja la maleta al lado del sofá. Se sienta, resopla, descansa abriendo los brazos. Luego se incorpora. Mira hacia un lateral y llama con voz potente.

SAMIR: ¡Leila! ¿Estás en casa?

Se oye la voz de Leila a lo lejos.

LEILA: Sí, papá, ya regresé de casa de la tía Karima.

Se oyen unos pasos. Leila entra en el salón por el lado opuesto que entró Samir. El padre se pone en pie. Padre e hija se abrazan.

LEILA: Qué bueno que volviste.

SAMIR: Sí, ya me moría de ganas de ver a mi pequeña.

Se dejan de abrazar y se sientan en el sofá.

LEILA: ¿Qué tal el viaje?

SAMIR: El viaje, bien. Visité a la familia y recorrí todo Tánger. ¡Cómo me hubiera gustado que vinieras conmigo.

LEILA: Y a mí, papá, y a mí.

SAMIR: Otra vez será, no?

LEILA: Pues sí (breve pausa). ¿Y me trajiste algo de Marruecos? (en tono mimoso)

Samir se pasa la mano por la mejilla y resopla.

SAMIR: Cariño, en la aduana me quitaron casi todo. Te había comprado aceite de argán y dátiles, que sé cómo te gustan los de nuestra tierra. Pero no me los dejaron introducir en el país porque no estaban embalados como ellos quieren.

LEILA: No te preocupes, papá. Lo importante es que visitaste Tánger y regresaste sano y salvo.

SAMIR; Bueno, te he dicho que me quitaron casi todo, pero no todo.

Samir se levanta, pone la maleta en la mesa y la abre. Rebusca un poco hasta que saca el frasco que contenía, según dijo al guardia del aeropuerto, una muestra de orina. Entrega el frasco a su hija.

SAMIR: Toma.

Leila recoge el frasco. Lo mira.

LEILA: ¿Qué es? ¿Perfume?

SAMIR: Al guardia de la aduana le dije que era una muestra de orina.

Leila hace un gesto de asco y deja el frasco en la mesa. Samir se ríe. Luego recoge el frasco.

SAMIR: Lo cierto es que no es ninguna muestra de orina. Es agua del Atlántico tomada en la playa de Tánger.

Samir vuelve a entregar el frasco a su hija.

SAMIR: ¿Qué me pediste que te trajese de Tánger?

LEILA: El olor de Marruecos.

SAMIR: Pues he cumplido mi palabra.

LEILA (sorprendida): ¿Cómo?

Samir tiende la mano a Leila. La chica se levanta. Samir abre el frasco. Levanta la manga de la camisa de Leila y luego vierte un poco de agua sobre su piel.

SAMIR: ¿A qué huele?

Leila acerca la nariz a su brazo y huele.

LEILA: Huele... a mi mar. Y el mar sobre mi piel, huele... a Marruecos.

Leila abraza a su padre.

LEILA (emocionada): Šukran, ya baba, šukran (=gracias, papá, gracias)

Siguen abrazados.

Telón

© Frantz Ferentz, 2020

domingo, 9 de agosto de 2020

ISADORA Y EL TABACO

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Dramatis personae

Isadora, chica de unos 10 años

Padre

Madre

Abuela



I. VESTÍBULO


Isadora entra en casa. Nada más abrir la puerta, se topa con una nube de humo que ocupa toda la casa.  La visibilidad es muy escasa. 

En la casa, hay cuatro estancias: vestíbulo, salón, estudio y cuarto de la abuela. La niña saluda al resto de la familia desde el vestíbulo:

ISADORA: ¡Hola, familia!

El resto de la familia le responde con toses.

PAPÁ:  Cof, cof.

MAMÁ: Caf, caf.

ABUELA:  Cuf, cuf. 

Isadora piensa en voz alta.

ISADORA: Qué desastre. Siempre me responden igual.

Toda la casa está llena de humo. Lo peor es que el humo se queda dentro de la casa, como una niebla permanente, pero que huela horrible.




II. SALÓN


Isadora avanza al salón, donde está su padre, el cual fuma en pipa, pero en principio no se ve nada a causa del humo.

ISADORA:  ¿Estás aquí, papi? 

PAPÁ: Sí, Isadora, estoy sentado en el sofá leyendo el periódico.

Isadora camina a ciegas hasta que se topa con la mesa y se lastima en la rodilla.

ISADORA (lamentándose de dolor): ¡Ay! 

El papá la busca a tientas hasta que la encuentra. A continuación, sienta a Isadora en sus rodillas.

PAPÁ:  ¿Qué me cuentas? 

ISADORA (tose): Coif, coif... 

El papá deja a la niña en el sofá, se levanta y abre la ventana, hasta que poco a poco buena parte del humo sale.

Cuando ya se puede ver algo, el papá no tiene tiempo de preguntar, porque ya la niña se adelanta:

ISADORA: Papá, ¿y tú por qué fumas?

PAPÁ: Porque me gusta.

ISADORA: ¿Te gusta tragar humo?

PAPÁ (dudando): Eh... sí.

ISADORA:  ¿Y sabe bien, como un café, o como un helado?

PAPÁ:  Bueno, no exactamente.

ISADORA: Pero cuando te quedas sin tabaco y no lo puedes comprar, te he visto echarte té de las bolsitas en la pipa y fumártelo. Me acuerdo de aquel día que luego te tuvieron que llevar al hospital...

PAPÁ (interrumpiendo): Bueno cariño, ahora estoy muy ocupado. Ve a saludar a mamá.

Y poco menos que el papá empuja a Isadora fuera del salón para seguir fumando y leyendo el periódico.


III. ESTUDIO DE LA MAMÁ


Isadora aparece en el estudio de su mamá, la cual se dedica a diseñar naves interestelares que luego usan en películas, novelas gráficas y hasta cartelería publicitaria. Algunos de esos dibujos se ven en las paredes.

En aquel estudio huele, como en el resto de la casa, a humo de tabaco. Es simplemente repugnante.

ISADORA: Coif, coif, coif.

MAMÁ: Hola, hija. 

La madre está sentada ante una mesa enorme llena de planos, con un cigarro en la boca, del que está a punto de caerse la ceniza de la punta. Y la ceniza acaba cayendo. Y mancha un diseño precioso de una nave.

MAMÁ: Bueno... (se queda observando aquella mancha un rato y ve que no hay manera de eliminarla) diremos que es la marca de un disparo con láser sobre el casco de la nave...

ISADORA: Mamá ¿te puedo preguntar algo?

MAMÁ: Claro, cariño (y vuelve a concentrarse en el trabajo).

ISADORA: ¿Te gusta fumar?

La mamá, antes de responder, se quita el cigarro de la boca y luego tose. A continuación explica:

MAMÁ: Verás, la verdad es que ya no sé si me gusta o no. Fumo porque lo necesito. Me hace bien. Me ayuda a concentrarme, ¿sabes? Si no fumase, estaría muy nerviosa.

ISADORA: ¿Por eso a veces sales corriendo a las tres de la mañana disparada hacia la calle cuando te quedas sin tabaco? 

La madre se queda boquiabierta. Tartamudea. Finalmente reacciona. 

MAMÁ: Vete a ver a la abuela, que estará en su habitación y le gusta mucho verte.

Isadora se da cuenta de que ni su padre ni su madre le responden acerca del tabaco. Sale del estudio de su madre.

ISADORA (pensando en voz alta): ¿Por qué fuman? Ninguno de ellos está dispuesto a responder. Quizá la abuela podría darme una respuesta.


IV. CUARTO DE LA ABUELA


Sin más, Isadora se dirige al cuarto de la yaya, toda cubierta de humo. Le pican los ojos y la garganta a causa del humo, por eso se rasca los ojos y tose

Cuando llega ante la puerta del cuarto de la yaya, llama a la puerta.

TOC, TOC, TOC.

ABUELA (en tono cantarín) Adelante...

Isadora entra. Ve a la abuela sentada en su mecedora, leyendo una novela, con una cobija | manta. Al lado hay una mesita con un cenicero grande cargado de colillas. La habitación, como no puede ser de otro modo, también está repleta de humo.

ISADORA: Hola, abuela, ¿cómo estás?

ABUELA (tosiendo): Muy bien, querida, cuf, cuf, cuf...

ISADORA: Voy a abrir a la ventana, a ver si se despeja el humo.

Va a la ventana y la abre. Se despeja un poco el ambiente. Vuelve junto a la abuela. Se la queda mirando con curiosidad.

ISADORA: ¿Qué andas haciendo?

ABUELA: Aquí leyendo tranquilamente.

La abuela se interrumpe y recoge el paquete de tabaco de la mesa junto al cenicero. Extrae un cigarro y se lo lleva a la boca.

ISADORA: ¿Vas a fumar?

ABUELA: Sí, un cigarrillo...

ISADORA: Yaya, ¿por qué fumas?

La abuela interrumpe el proceso de encender el cigarro. Lo vuelve a poner encima de la mesa.

ABUELA: Verás, cuando yo era joven, las mujeres no podíamos hacer nada sin permiso de nuestro marido, padre o hermano mayor. Era una época difícil. Pero entonces, muchas mujeres de mi generación comenzamos a fumar. Se convirtió en un acto de rebeldía. 

Isadora se le quedó mirando. Luego pregunta.

ISADORA: Pero ¿te gusta fumar?

ABUELA (dudando): Bueno, sí, claro, más o menos.

ISADORA: ¿De qué murió el abuelo Ramón?

ABUELA (suspirando): Murió de cáncer de pulmón.

ISADORA: ¿Por el tabaco?

La abuela lanza un gran suspiro. Se pone en pie. Da unos pasos por su cuarto.

ABUELA (girándose a su nieta): Sí... ya hace diez años. ¿Te acuerdas aún del abuelo Ramón?

ISADORA: Claro que me acuerdo.

ABUELA: Bueno, mija, déjame leer tranquila...

La abuela se le acerca, le da un beso en la frente y vuelva a sentarse. Isadora sale del cuarto.


V. SALÓN


De vuelta al salón, en la pieza ya no está el padre. 

Isadora entra y se sienta en el sofá. A ambos flancos hay dos sillas. Todos quedan mirando al público.

ISADORA (gritando): ¡Familia!

En la distancia se oyen tres toses.

PAPÁ:  Cof, cof.

MAMÁ: Caf, caf.

ABUELA:  Cuf, cuf. 

Los padres y la abuela se acercan al salón. El papá se sienta junto a Isadora, mientras que la madre y la abuela se sientan en las sillas que flanquean el sofá.

PAPÁ: ¿Qué ocurre, mi amor?

ISADORA: Hoy he querido saber por qué tú, papá, fumas; lo mismo que tú, mamá, y tú, yaya.

MAMÁ (tartamudea): Este... Eh, bueno.

ABUELA: Es que haces preguntas que es muy difícil responder.

Isadora se pone de pie y habla en tono solemne.

ISADORA: Como parece que en esta casa a todo el mundo le encanta fumar, que esta vivienda ya no tiene oxígeno, sino humo, he decidido que quiero ser como el resto de la familia, conque, a partir de este momento, yo también empiezo a fumar. ¿Quién me enseña?

Al padre se le cae la pipa al suelo. CLONK, CLONK.

A la madre se le caen las gafas. ZAS, ZAS.

A la abuela se le cae la dentadura postiza. TREK, TREK.

ISADORA: ¿A que es una buena idea? Yo quiero ser como el resto de la familia.

ABUELA: Mija, no es buena idea.

MAMÁ: No, no lo es.

PAPÁ: ¡Me niego a que fumes!

ISADORA: ¿Por qué, papá? Tú lo haces, constantemente. Y tu tos suena muy linda, como la de mamá y como la de la yaya.

La madre se levanta, se sienta entre el padre y la hija. Luego le acaricia la cabeza.

MAMÁ: Cariño, tienes toda la razón. Pero no se trata de que tú seas igual que nosotros, sino que nosotros seamos igual que tú. Así que, desde este momento, dejo de fumar (le da un beso en la mejilla a Isadora).

La abuela se levanta, recoge la dentadura del suelo, la enjuaga en un vaso de agua que hay en la mesa y se la vuelve a colocar en la boca.

ABUELA (a Isadora): Tu mamá tiene razón. Desde este momento, yo también dejo de fumar. Si no, voy a acabar como el abuelo.

Las tres mujeres se quedan mirando al padre. Están esperando a que él reaccione.

PAPÁ: A mí nadie me obliga a dejar de fumar...

ISADORA: Pues entonces fumaré yo... Eres mi modelo, conque si tú fumas, yo también.

El padre se pone en pie. Hace gestos de frustración.

PAPÁ: Está bien, está bien. ¡Dejaré de fumar!

ISADORA (a toda la familia): ¿Prometido?

TODOS: Sííííí.

PAPÁ (levantándose): Yo tengo ahora una reunión, me voy.

Sale.

MAMÁ (levantándose): Yo tengo que acabar un proyecto. Hasta luego.

Sale.

ABUELA (levantándose): Yo tengo... tengo... no tengo que hacer nada, pero no pinto nada aquí. Adiós, cariño, has hecho algo muy bonito.

Sale.

Isadora sigue sentada, pero levanta la vista y cuando ya está sola, habla mirando al techo.

ISADORA: ¿Viste, yayo? Tu idea resultó estupenda. He conseguido que todos ellos dejen de fumar... (pausa) Y yo a ti, abuelo, también te quiero mucho.

Isadora se levanta y sale.


TELÓN
© Frantz Ferentz, 2020