Harmónica García acudió al médico. Tenía un grave problema. Las ideas se le escapaban. Ella era compositora, pero desde hacía dos semanas, en cuanto le nacía una idea, esta se le escapaba.
– Se me escapan las ideas, doctor ––dijo ella y le contó su desgracia.
El doctor Alquimio López, muy observador, vio cómo según ella hablaba, le salía un hilo de humo ligero por las orejas. El doctor, si pensárselo dos veces, le colocó unos tapones en las orejas.
– He resuelto su problema –anunció él.
– ¿Cómo dice? –preguntó Harmónica–. No oigo nada.
Y entonces notó que a ella el hilo de humo se le escapaba por la nariz y la boca.
– Amiga, mejor que se le escapen las ideas que morir ahogada –explicó él, mientras cogía una aspiradora pequeña e intentaba capturar los hilos de humo que se le escapaban a la mujer y que flotaban por la consulta.
© Frantz Ferentz, 2019