domingo, 29 de diciembre de 2013

LA INVENCIÓN DE LOS ABRAZOS ~ THE INVENTION OF HUGS

    Hace mucho tiempo, Ramatulaye comprendió que no podía hacer la mayoría de las cosas que la gente sabe hacer. No podía cantar, pintar, saltar, bailar o incluso hablar, pues era muda. Ella se puso muy triste, pensó que iba a ser la persona más miserable del mundo. Y así, abandonó su aldea en la savana sin que nadie la viera. Cruzó el bosque de noche. Tenía miedo, mucho miedo. Necesitaba a alguien que la reconfortase, pero no había nadie alrededor. Si acaso solo los leones, hienas y otras fieras. Le empezaron a temblar las piernas.
    Entonces, sin darse cuenta, rodeó con sus brazos el tronco de una acacia que estaba junto a ella. Sintió un extraño calor surgir de sí misma. Y entonces oyó a la acacia decir: "Jërëjëf", que significa "gracias" en wolof. Se sentía muy bien. Y la acacia le devolvió el abrazo, como solo los viejos árboles saben hacer. Había descubierto los abrazos y era algo realmente bueno y agradable.
    Volvió a su aldea y desde entonces se dedicó a abrazar a la gente. Y a la gente le gustaba. Ella nunca decía una palabra, tan solo escuchaba a la gente y los abrazaba. Y la gente se sentía mucho mejor después de ser abrazada. Muchas personas aprendieron entonces el verdadero significado de la felicidad.
    Todas las noches, después de haberse pasado el día abrazando gente, Ramatulaye regresaba a la selva y se abrazaba a un árbol, con el que hablaba, aunque sin palabras.
     Pero un día Ramatulaye desapareció. La gente la buscó por todas partes, pero no la encontraron. Entonces, un niño que por casualidad había visto a Ramatulaye abrazar los árboles en el bosque por la noche dijo :
    "Ramatulaye suele abrazar a los árboles en el bosque. Yo la he visto hacerlo. "
    Y la gente se precipitó hacia el bosque y se abrazaron a los árboles, y luego se abrazaron entre sí. Así sinteron a Ramatulaye por todas partes. Desde aquel día, cada vez que una persona abraza a otra, se reproduce el primer abrazo, como cuando Ramatulaye abrazó a la vieja acacia, y los abrazos forman una cadena sin palabras, porque las palabras ya no son necesarias.

*   *   *

A long time ago, Ramatoulaye learned she couldn't do most of the things people can do. She couldn't sing, paint, jump, dance or even speak, for she was dumb. She got very sad, she thought she'd be the most miserable person in the world. Therefore she left her village in the savannah without been noticed. She went across the woods at night. She was afraid, terribly afraid. She needed somebody to comfort her, but there was nobody around. Maybe just lions, hyenas and other beasts. Her legs began to tremble. 


Then, without noticing, she surrounded the trunk of an acacia with her arms, wich was by her. She felt a weird warm emerging from herself. And then she heard the acacia say: "Jërëjëf", which means "thank you" in Wolof. She felt quite good. And the acacia gave a hug back to her, as only old trees know how to do. She had discovered hugs and they were really good and pleasant. 


She went back to her village. Then she began to hug people. And people liked it. She never said a word, she just heard people and hugged them. And people felt much better after being hugged. Many people then learned the real meaning of happiness. 

Every night, after having been spending the day hugging people, Ramatoulaye would come back to the forest and hugged a tree, to which she did speak, though wordless. 

But one day Ramatoulaye was no longer at sight. People looked for her everywhere, but they didn't find her. Then a little boy who had seen by chance how Ramatoulaye hugged the trees in the forest at night said: 

"Ramatoulaye used to hug the trees in the forest. I saw her do it." 

And the people rushed into the forest and hugged the trees, and then they hugged each other. So they felt Ramatoulaye everywhere. Since that day, every time a person hugs another one, they reproduce the very first hug when Ramatoulaye hugged the old acacia, and hugs make up a chain without words, because words are no longer necessary.


Frantz Ferentz, 2013

martes, 24 de diciembre de 2013

CARMINA ESTÁ EN TODAS PARTES



Carmina tenía un problema. Era un problema para el que tal vez no había cura. Algunos psicólogos habían dicho que se trataba de un caso de hiperactivismo agudo, hasta el punto que nadie conseguía explicarse cómo era capaz de hacer hasta tres cosas a la vez.

Y claro, alguien lo descubrió un día. Carmina podía hacer tres cosas al mismo tiempo y en tres lugares diferentes, porque había desarrollado poder de bilocación, que es como llaman a la habilidad de una persona de estar en dos lugares a la vez. Sin embargo, los inventores de palabras podrían haber llamado a aquello trilocación.

No había manera de curar eso. Si uno está en tres lugares de golpe y hace tres cosas diferentes, es imposible de arreglar.

La psicóloga de la escuela estaba verdaderamente interesada en ese problema. Ella había sido la única que había conseguido estudiar el comportamiento de la niña. La siguió durante días, tomando notas de todo en su libreta, hasta que llegó a una conclusión:

 Esta niña —decía ella— es tan nerviosa que no es capaz de parar y como no le basta con hacer una cosa en plena hiperactividad, hace tres, pero no es que sea multitarea, es que, para hacer todo, se divide en tres y cada parte de ella actúa autónomamente y hace lo que quiere. Después, cuando ya se calma un poco, vuelve a ser una.

La explicación parecía un disparate. ¿Cómo iba una persona a dividirse en tres y estar en tres lugares al mismo tiempo? Eso era imposible... Bueno, hasta que la psicóloga, que se llamaba Antonela, lo demostró gracias a una grabación con cámaras de vídeo. Superpuso las tres imágenes en un solo monitor, donde se podía ver cómo Carmina recortaba figuras de papel en su cuarto, preparaba arroz con leche en la cocina y jugaba un partido de fútbol con los colegas de clase en el patio de la escuela.

Los padres de la niña no sabían qué decir.

—¿Acaso no notaron nada? —les preguntó la psicóloga.

—Solo que se movía muy rápido —dijeron ellos.

Tampoco la maestra había notado nada de eso. Consideró que Carmina era, claro, hiperactiva, pero nunca había sospechado que pudiera tener poder de trilocación, aunque llegó a comentar:

“Pero ahora me explico cómo yo la veía rellenar hojas en clase con los deberes y al mismo tiempo oía cómo la llamaban ahí fuera en el patio, como si estuviera jugando un partido de fútbol...”

Aquel caso atrajo la atención de docenas de especialistas de todos los países, todos con varios títulos de pedagogos, infantólogos y educatólogos. También se acercaron por allí gurús de sectas, espías de países que ni se sabía que existían en los mapas, periodistas, vendedores de perritos calientes y hasta un domador de elefantes, por si acaso hicieran falta sus servicios allí.

A los padres les ofrecieron muchos millares de euros por conceder una entrevista para la tele. A ellos se les caía la baba al pensar en poder comprar, por fin, una moto de agua para las vacaciones.

Y los padres aceptaron una exclusiva. ¡Cómo no la iban a aceptar! Así, las cámaras y un montón de gente entró en casa de Carmina y se dirigió al cuarto de la niña con la intención de la grabar.

Pero cuando llegaron al cuarto, allí no había nadie. La niña se había evaporado. Qué desgracia. Qué preocupación... los padres iban a perder los millares de euros.

— Lo importante es que la cría esté bien —protestó Antonela.

Pero parecía que nadie pensaba en eso.

Antonela abandonó la casa y volvió a su gabinete, donde revisó las notas que había tomado en las muchas sesiones que había pasado con Carmina. Estaba segura de que allí encontraría algo que le daría una pista de cómo tratar con la niña. Sin embargo, antes tenía que encontrar la niña. ¿Dónde se habría metido? Pero no tardó mucho en oírla chillar fuera. Estaba en el patio de la escuela jugando al fútbol con sus amigos. Le encantaba jugar futbol. Se preguntó si en ese instante ella estaría trilocada o si estaría sola.

Antonela salió al patio y llamó a la niña.

—¿Tenemos sesión hoy? —preguntó ella extrañada.

— No, pero tus padres andan buscándote como locos. Han metido a la tele en tu casa...

— Ay, yo de eso no quiero saber nada —respondió ella—. Se creen que soy un bicho raro y no lo soy. Solo es que me pongo muy nerviosa y ya está.

Y en ese instante dio un chupinazo al balón que acababa de llegar hasta a sus pies y marcó un gol que nadie se esperaba. Carmina era un fenómeno cuando se trataba de chutar el balón.

— Espere un momento —pidió la niña a la psicóloga—, es que vamos perdiendo y tendremos que remontar...

Y justo en ese instante, la niña se estremeció y se separó en tres. Fue visto y no visto. Los compañeros parecían estar habituados a eso, porque nadie se asustó. Cada una de las Carminas avanzó por el campo, dos por las bandas y otra por el centro. Se pasaban el balón entre ellas, entre las tres Carminas. No había jugador que se lo arrebatara. La coordinación era perfecta, pues la niña, siendo siempre una aunque triplicada, no necesitaba hablar consigo misma.

Y entonces Antonela empezó a pensar que, tal vez, lo de la trilocación no era tan mala cosa. Mientras el equipo de Carmina remontaba fácilmente el partido gracias a las tres Carminas, le dio por pensar que, si la niña fuera capaz de quintuplicarse, no solo triplicarse como hasta entonces, podría formar un equipo de futsal ella sola. Le resultaba evidente que se había equivocado al pensar que aquella habilidad de la niña era una fuente de problemas. Al contrario, era una ventaja. Nadie podía triplicarse a voluntad. Sin duda, aquello era algo más que una cuestión de hiperactividad, ella misma estaba equivocada y había convencido a todos de su equivocación.

Tal habilidad, quizá, podría ser la solución a muchos de sus problemas, de los de la niña, está claro.

Y así, cuando acabó el partido, Antonela se acercó a Carmina y le dijo:

— Oye, Carmina, ¿qué te parecería si...?

Frantz Ferentz, 2013