Un campesino se plantó delante del banquero riquísimo que siempre presumía de tener más que nadie y le dijo:
— Yo tengo algo que usted no tiene.
— ¿El qué? —preguntó el banquero todo curioso.
— Esto —y le mostró una miserable moneda de un centavo.
El banquero se rió:
— Yo tengo millones de monedas como esa!
— Cierto —dijo el campesino—, pero no tiene esta, porque esta es mía y usted nunca la tendrá. Y tendrá que vivir sabiendo que nunca la poseerá.
Y tuvo razón el campesino, porque el banquero se pasó el resto de su vida buscando a aquel campesino con su moneda de un céntimo y se murió podrido de envidia por no haberlo encontrado.
Frantz Ferentz, 2013