Hace mucho tiempo, Ramatulaye comprendió que no podía hacer la mayoría de las cosas que la gente sabe hacer. No podía cantar, pintar, saltar, bailar o incluso hablar, pues era muda. Ella se puso muy triste, pensó que iba a ser la persona más miserable del mundo. Y así, abandonó su aldea en la savana sin que nadie la viera. Cruzó el bosque de noche. Tenía miedo, mucho miedo. Necesitaba a alguien que la reconfortase, pero no había nadie alrededor. Si acaso solo los leones, hienas y otras fieras. Le empezaron a temblar las piernas.
Entonces, sin darse cuenta, rodeó con sus brazos el tronco de una acacia que estaba junto a ella. Sintió un extraño calor surgir de sí misma. Y entonces oyó a la acacia decir: "Jërëjëf", que significa "gracias" en wolof. Se sentía muy bien. Y la acacia le devolvió el abrazo, como solo los viejos árboles saben hacer. Había descubierto los abrazos y era algo realmente bueno y agradable.
Volvió a su aldea y desde entonces se dedicó a abrazar a la gente. Y a la gente le gustaba. Ella nunca decía una palabra, tan solo escuchaba a la gente y los abrazaba. Y la gente se sentía mucho mejor después de ser abrazada. Muchas personas aprendieron entonces el verdadero significado de la felicidad.
Todas las noches, después de haberse pasado el día abrazando gente, Ramatulaye regresaba a la selva y se abrazaba a un árbol, con el que hablaba, aunque sin palabras.
Pero un día Ramatulaye desapareció. La gente la buscó por todas partes, pero no la encontraron. Entonces, un niño que por casualidad había visto a Ramatulaye abrazar los árboles en el bosque por la noche dijo :
"Ramatulaye suele abrazar a los árboles en el bosque. Yo la he visto hacerlo. "
Y la gente se precipitó hacia el bosque y se abrazaron a los árboles, y luego se abrazaron entre sí. Así sinteron a Ramatulaye por todas partes. Desde aquel día, cada vez que una persona abraza a otra, se reproduce el primer abrazo, como cuando Ramatulaye abrazó a la vieja acacia, y los abrazos forman una cadena sin palabras, porque las palabras ya no son necesarias.
* * *
A long time ago, Ramatoulaye learned she couldn't do most of the things people can do. She couldn't sing, paint, jump, dance or even speak, for she was dumb. She got very sad, she thought she'd be the most miserable person in the world. Therefore she left her village in the savannah without been noticed. She went across the woods at night. She was afraid, terribly afraid. She needed somebody to comfort her, but there was nobody around. Maybe just lions, hyenas and other beasts. Her legs began to tremble.
Then, without noticing, she surrounded the trunk of an acacia with her arms, wich was by her. She felt a weird warm emerging from herself. And then she heard the acacia say: "Jërëjëf", which means "thank you" in Wolof. She felt quite good. And the acacia gave a hug back to her, as only old trees know how to do. She had discovered hugs and they were really good and pleasant.
She went back to her village. Then she began to hug people. And people liked it. She never said a word, she just heard people and hugged them. And people felt much better after being hugged. Many people then learned the real meaning of happiness.
Every night, after having been spending the day hugging people, Ramatoulaye would come back to the forest and hugged a tree, to which she did speak, though wordless.
But one day Ramatoulaye was no longer at sight. People looked for her everywhere, but they didn't find her. Then a little boy who had seen by chance how Ramatoulaye hugged the trees in the forest at night said:
"Ramatoulaye used to hug the trees in the forest. I saw her do it."
And the people rushed into the forest and hugged the trees, and then they hugged each other. So they felt Ramatoulaye everywhere. Since that day, every time a person hugs another one, they reproduce the very first hug when Ramatoulaye hugged the old acacia, and hugs make up a chain without words, because words are no longer necessary.
Frantz Ferentz, 2013
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