martes, 4 de octubre de 2016

CUESTIÓN DE CIGÜEÑAS O DE DÓNDE VIENEN LOS NIÑOS

La nueva profesora, Martina, acudía toda nerviosa al aula. Lo que tocaba en aquel momento en el temario era la reproducción humana. Era un tema muy delicado y ella no sabía si sería capaz de explicarlo bien.

Media hora antes, la directora le había dicho:

– No temas. Solo tienes que seguir este material –y le entregó unos folios–. Este gobierno indecente impone un temario que va contra los buenos principios, ya lo sé, pero tenemos la obligación de explicar este asunto de los hijos. Sin embargo, aquí tenemos estos materiales hechos en la propia escuela que te serán muy útiles.

Aunque contase con aquellos materiales, no dejaba de estar nerviosa. Aquella era una cuestión que no le gustaba en absoluto tratar. Preferiría mil veces tratar de la creación, del amor en la familia o sobre cómo la contaminación destruye la creación. Pero hablar de reproducción humana… En los países serios no se tocaban esos temas hasta que los chavales tenían veinte años o más. ¿Cómo se podía hablar de eso con alumnos de ocho años? ¿Cómo?

Por el pasillo de la escuela resonaban los tacones de los zapatos de la profesora. El eco hacía que el sonido se extendiese por todo el edificio. Finalmente, Martina llegó hasta el aula. Entró, saludó y dijo en tono grave:

– Hoy vamos a hablar de un tema muy serio.

– ¿De qué, profesora?

– Vamos a hablar… vamos a hablar… vamos hablar –finalmente tomó aliento y dijo lo que quería decir–, vamos a hablar de dónde vienen los niños.

Enseguida empezaron los murmullos entre los alumnos. La profesora estaba demasiado nerviosa, de modo que se puso a repartir los materiales que la escuela había preparado. Se trataba de algo que consideraban un cuento, porque narraba una historia. Y, como no podía ser de otro modo, hablaba de cigüeñas que traían a los niños. La historia decía así:


Una noche de inverno, Juan preguntó a sus padres: 

– Papá, mamá, ¿de dónde vienen los niños? He oído decir en la escuela que es como con una semilla que el papá planta en la mamá.

El padre sonrió y le acarició la cabeza al hijo.

– No, hijito. ¿Parecemos plantas? ¿Tenemos flores y hojas? ¿Somos verdes? Pues no. Es la cigüeña la que trae a los hijos.

– ¿Y de dónde vienen?

Ahí intervino la madre:

– Cuando el papá y la mamá se quieren mucho, piden que la cigüeña venga y les traiga un hijo.

– ¡A mí me gustaría tener un hermanito! – dijo Juan.

– Pues vamos a pedirle a la cigüeña que te traiga un hermanito –le dijeron el padre y la madre.

Y nueve meses después, la cigüeña se posó en el alféizar de la ventana de la casa de Juan y ahí depósito un bulto suave.

Era un hermanito.

– ¡Gracias! –gritaron los tres.

– ¿Y sabes por qué nos ha traído a tu hermanito la cigüeña? –preguntó la madre a Juan.

– No lo sé

– Porque nos amamos mucho. Y ahora que somos cuatro, tenemos que amarnos todavía más.

Y así fue desde entonces.



“¡Qué historia tan buena!”, pensó Martina, quien casi tenía lágrimas en los ojos de la emoción.

Y entonces observó la expresión de sus alumnos. Estaban todos serios.

– ¿Queréis comentar algo? –preguntó la profesora.

Sofía levantó la mano y pidió hablar:

– Profe, ¿usted no habrá calculado la cantidad de gente que hay hoy en el mundo? Es que somos más de mil millones de seres humanos. Es matemáticamente imposible que la cigüeña traiga tanto hijo. No hay tantas cigüeñas en el mundo.

– Profe –dijo entonces Felipe–, las cigüeñas son aves migratorias. Eso quiere decir que están aquí con nosotros solo desde febrero hasta agosto. ¿Cómo nos iban a traer niños el resto del año?

– Profesora –comentó Pedro–, no nos ha explicado cómo se encargan los niños.

Ahí la profesora se quedó de piedra. Respondió lo primero que se le ocurrió:

– Pues, no sé, quizá hay un correo electrónico donde encargarlos.

Martina se estaba poniendo mala.

– Entonces –prosiguió Pedro–, ¿cómo hacían antes cuando no había internet? ¿Con señales de humo?

Martina quería salir del aula, pero sabía que no era profesional.

– Profe –dijo a continuación Elena–, hay países donde no hay cigüeñas, como Groenlandia. ¿Y cómo hacen allí? ¿Los pingüinos traen a los niños?

Ahí ya sí que Martina ya no resistió y salió del aula. Sufrió un colapso nervioso y se quedó en casa de baja toda una semana, con reposo absoluto.

Pero como sus estudiantes la apreciaban, quisieron tener un detalle con ella. Por eso, entre todos pagaron un regalo que le hicieron llegar a su casa.

Cuando la profesora desenvolvió el paquete, se encontró un DVD y una nota firmada por todos sus alumnos que decía:

«Querida Martina, ¡mejórese! Aprovechamos para regalarle este DVD que explica de dónde vienen los niños. Tal vez usted aún no tenga hijos porque nadie le ha explicado cómo se hacen. Si necesita cualquier explicación, aquí estamos nosotros. Un fuerte abrazo de sus estudiantes».

© Texto: Frantz Ferentz, 2016
© Imagen: Valadouro

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