sábado, 21 de diciembre de 2024

ORTIGAMÁN

 

El gran sueño de Angustio García era convertirse en un superhéroe como los de los cómics. Esa idea le encantaba.Se veía siendo acogido por las multitudes, lo que le hacía sentirse muy bien porque lo cierto es que él trabajaba en una oficina. 

Realizaba un trabajo la mar de aburrido: ponía un sello a cada documento que llegaba a su mesa. Pero no era solo un sello, eran varios, de distintos colores, según el tipo de documento que le mandaban a su escritorio. Nadie era tan rápido como él para sellar, de hecho, lo hacía con mucha precisión, dentro del cuadrado reservado para ello.

El pobre Angustio llevaba una vida muy gris. Por eso, dedicaba su tiempo libre a leer cómics de superhéroes. Leía tanto que incluso soñaba con ser él mismo un superhéroe. 

Pero ¿cuál? No quería ser un superhéroe cualquiera. La primera ocurrencia fue ser un animal. Había varios superhéroes que habían adquirido características de animales, como Batman con el murciélago, Antman con la hormiga y el conocido Spiderman con la araña. 

De hecho, Spiderman era su héroe favorito.

Pero, al mismo tiempo, Angustio era un tipo que le tenía miedo a los animales. Le daban pavor. Se asustaba hasta con una mosca. 

¿Cómo podría llegar a ser un superhéroe que encarnara los valores de un animal?

Entonces pensó que no existía ningún superhéroe que presentara los valores de una planta; al menos no conocía a ninguno. Sí, una planta era una gran idea. Hizo una búsqueda sobre las plantas y sus cualidades. 

Las rosas olían muy bien, pero por eso mismo no servían para luchar contra los delincuentes.

Las zarzamoras tenían espinas muy duras y podían lastimar a los sinvergüenzas, pero al mismo tiempo, a él mismo se le podía clavar alguna. 

No, mejor olvidarse de las zarzamoras.

Finalmente, después de mucho reflexionar, se decidió por la ortiga, que al tocarla produce un escozor muy desagradable. Eso serviría para inmovilizar a un malandro. 

Ya había decidido en qué se convertiría: sería Ortigamán.

La siguiente pregunta era cómo adquirir las cualidades de la ortiga. En fin, eso no era algo simple. Leyó a fondo el testimonio de Spiderman, que había sido mordido por una araña radiactiva. 

Angustio no tenía idea de cómo hacer radiactivas unas ortigas. Por eso, preguntó en las redes sociales: «¿Cómo hago para que unas ortigas sean radiactivas?»

Recibió decenas de respuestas, todas igualmente absurdas. Sin embargo, Angustio se quedó con la respuesta que, a su juicio, era la menos complicada de todas: viajar a la zona radiactiva de Chernóbil y buscar allí ortigas. El hombre no tenía el coraje de viajar a Chernóbil, pero quería las ortigas radiactivas a cualquier precio. 

Para ello, le pagó una fortuna a un tipo que era una mezcla de explorador, fugitivo, contrabandista y mercenario llamado John Smith. Su nombre, evidentemente, era falso.

Así, consiguió llevar a cabo la segunda parte de su plan. Por fin, tenía el material que necesitaba. De repente, Angustio, ante la sorpresa de sus jefes, pidió vacaciones. Nunca antes había pedido vacaciones, entonces fue la primera vez. Angustio se encerró en su casa y permaneció allí aislado. Extendió todas las ortigas por el suelo de su casa. Dormía sobre ellas, se alimentaba de ellas, se vestía con ellas. Así se pasó una semana.

Finalmente, quiso comprobar si su cuerpo había adquirido los poderes de las ortigas. Pero antes tenía que hacerse con un traje, porque todos los superhéroes llevan trajes. ¿Cómo sería el traje de Ortigamán? Se le ocurrió una idea. Llamó a una tienda de disfraces:

— Buenas tardes, ¿tienen disfraces de ortiga?

— ¿De ortiga? Pues no.

— ¿Y de alguna otra planta?

— Sí, tenemos uno de planta carnívora. Incluso come moscas.

— ¿Y no podrían hacerme un disfraz de ortiga?

— Sí, pero le saldrá caro.

— Lo pagaré gustosamente. ¿Pueden traérmelo a mi casa?

— ¿Cuál es su dirección?

Y así consiguió Angústio un traje de superhéroe, pero se quedó sin ahorros porque se había gastado todo su dinero.

¡Nadie le había explicado que era tan caro convertirse en superhéroe!

De todos modos, como ya tenía el traje, tenía que probar cómo funcionaba. Salió a la calle. La ciudad es un lugar donde a menudo ocurren delitos. Justo entonces, un ladrón se daba a la fuga después de robarle un bolso a una señora.

Nada más verlo, Angustio, ya Ortigamán, se arrojó sobre el ladrón y lo abrazó, lo abrazó como si fuera un primo al que no veía desde hacía décadas, con una fuerza inmensa.

El ladrón se cayó al suelo e inmediatamente comenzó a picarle todo el cuerpo, desesperadamente, mientras su piel se enrojecía.

Llegaron la policía y los trabajadores sanitarios. Incluso había una cámara de televisión y aprovechó para presentarse como el nuevo superhéroe de la ciudad:

— Soy un Ortigamán... ¡Que tiemblen los malandros! He venido aquí para impartir justicia.

Recibió aplausos y algunas palmaditas amistosas en la espalda. Angustio estaba emocionado; su sueño ya era realidad, podía alternar su vida de triste sellador de documentos con la captura de delincuentes que intentaban escapar de la ley.

Era el nuevo Batman, o mejor dicho, el nuevo Spiderman de la ciudad, pero en versión vegetal... Sin embargo, la jornada del nuevo superhéroe no terminó ahí. Un camión que transportaba cabras se deslizó y se volcó. Varias cabras quedaron libres.

— Beeee, beeee, beeee —decían los animalitos felices de verse libres.

La gente estaba muy asustada, porque no se suelen ver cabras corriendo por la ciudad; son unos animalitos a los que les encanta brincar. Alguien tenía que detener a las cabras antes de que causaran un caos en el tráfico.

— ¡Ortigamán, haz algo! —le pidieron varios ciudadanos asustados.

Pero Ortigamán no necesitó mover ni un dedo, ni siquiera dar un paso. Las cabras, en cuanto olieron el disfraz de Ortigaman, corrieron hacia él y el superhéroe cayó al suelo. En cuestión de minutos, se comieron su traje de superhéroe y se quedó en calzoncillos...

Entonces, un pastor jubilado de cabras y ovejas que estaba de visita en la ciudad se acercó a Ortigamán y le dijo:

— ¿Cómo se le ocurre vestirse de ortiga? ¿Acaso no sabe que a las cabras les encantan las ortigas y se las comen como si fueran golosinas?


© Frantz Ferentz, 2024


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